Si lo que pretendía Coyu –uno de los DJS españoles y disqueros más celebrados y cotizados de la escena electrónica oriunda y foránea– era demostrar que su conocimiento electrónico supera –y no se extralimita– a lo que publica a través de su sello Suara y a lo que él mismo selecciona y mezcla en sus sesiones, lo ha logrado. Y de largo. En este “You Don't Know”, este esperado álbum de debut que ha tardado seis años en concluir, realiza una especie de recorrido por diferentes estilos y géneros a través de los dieciséis cortes que contiene. De una forma u otra, son parte de sus propias raíces y de su imaginario sonoro particular, lo que facilita al oyente una visión panorámica del mismo que, además, en la mayoría de los casos se aleja de la pista de baile, su preconcebido hábitat natural.
Hasta aquí todo bien. El problema es que, como dice el viejo refrán, “el que mucho abarca poco aprieta”, y solo en apenas tres o cuatro cortes Coyu está a la altura del productor que se le presupone que es. Cierto es que todo el tracklist mantiene un nivel más que digno de principio a fin, pero no lo es menos que le sobra más de la mitad de lo que presenta. Y eso nunca es bueno.
Cuando Coyu se pone jeffmillsiano, como en el caso de la technoide “Fears Is Gonna Be A Player In Your Life”, o sorprendentemente houssie, como en el delicioso y de manual “1+ 1” que firma junto a Thomas Gandey, o se mete en lides acid-progresivas noventeras –como en la plastikmaniaca “Volare”– es cuando se le disfruta a fondo y de verdad. Es lo suyo y se le nota. Cuando le puede el ansia viva e intenta ponerse en la piel de Burial, Shackleton, Massive Attack, Dixon o Nightmares On Wax, el asunto baja muchos grados –se le ven los costurones– y se convierte en un remedo difícil de digerir. Incluso la notable canción que firma junto al icónico Moby, “I May Be Dead, But One Day The World Will Be Beautiful Again”, queda diluida ante tanto que, finalmente, es mucho menos. Lástima de oportunidad desaprovechada.
En fin, tiene claro Coyu que “La coherencia de no ser coherente” –como se titula uno de los más obviables pasajes del disco– puede ser una gran virtud, pero también lo es la mesura y el saber dónde están los limites reales de cada uno. Seguro, en próximas entregas en formato largo, todo será más certero y estará mejor medido. Los estrenos tienen estas cosas. En el lado del “haber” destacar la honestidad de un artista que podría, perfectamente y con solo levantar el móvil, que varios de los mejores ghost producers de música electrónica del mundo le hubieran hecho el trabajo por encargo –a golpe de rico talonario– con paz y gloria para todos. Eso le honra. No como a muchos otros. En todo caso felicidades por lo bueno, nunca es poco.
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