Grata noticia para los amantes de los sonidos del americana music que Dylan Leblanc nos viste en apenas unos días presentando este flamante “Coyote”. ¡Por fin! Vamos a poder deleitarnos con su country-folk delicado y artesanal ejecutado con una elegancia sedosa que se adapta a la perfección a ese timbre agudo pero suave, sin estridencias, de su voz.
Tras entregarnos en 2019 un álbum mucho más roquero, crudo y correoso como “Renegade” (ATO records, 19) donde, además, contaba con Dave Cobb a la producción, Dylan ha decidido plegar velas y volver al redil en el que se encuentra más cómodo: el de la ensoñación y las historias de vaqueros. Un álbum conceptual, de regusto cinemático, que narra las desventuras de Coyote. Bandido mexicano que busca redimir su comportamiento, aunque tenga que pagar por ello un precio muy alto. Y así, Dylan Leblanc, se marca un total de trece canciones que forman un todo imposible de desgajar, creando un disco que debe escucharse del tirón y que resulta ideal para el ocaso por el aire melancólico que desprende.
Grabado en los Fame Studios de Muscle Shoals (Alabama), templo del soul y rock sureño en el que su padre, James LeBlanc, ha trabajado como músico de sesión en infinidad de ocasiones, el propio Dylan decide hacerse cargo por primera vez de la producción del álbum, rodeándose de un elenco de perros viejos del lugar -entre ellos su padre- para hacer que todo suene con la precisión de un metrónomo. Músicos como el pianista de Bob Seger, Jim “Moose” Brown, el bajista Seth Kaufman (Lana Del Rey) o el batería Fred Eltringham, miembro de los Wallflowers, sacan todo su oficio a flote y dejan su importan. Así “Coyote” suena con el regusto añejo del buen bourbon, el de barrica de roble francés. Un aroma que te llevará de Neil Young a JJ Cale, pasando por Gene Clark. Casi nada.
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