Courteeners son una esas bandas británicas de éxito masivo en su país, enmarcadas dentro de la escena indie pero con un sonido lo suficientemente amable como para llegar a público generalista. Una receta que no ha terminado de funcionar en países como el nuestro, en los que el grupo continúa siendo un nombre del montón al cual se le presta más bien poca atención. Es el resultado directo de una discografía tirando a inocua que ya abarca siete álbumes en dieciséis años.
Todo parece indicar que la presente entrega no cambiará nada para la banda liderada por Liam Fray. En cualquier caso, y dentro de esa tibieza que siempre ha envuelto a los de Manchester, la escucha de “Pink Cactus Café” resulta, de tanto en tanto, agradable. Es lo máximo a lo que puede aspirar una obra copada por ese indie-pop de asimilación facilona que, en esta ocasión, apura aún más su faceta pop tras desterrar las guitarras a un segundo plano en beneficio de teclados, sintetizadores y la melosa voz del propio Fray.
La fórmula se agota con rapidez, y lo que pudo comenzar siendo una escucha despreocupada vira, hacia mitad del decálogo, en ese tipo de aburrimiento derivado de movimientos y maniobras reiterativas. Un hastío que señala hacia la repetición intencionada, después de que la referencia descubra sus cartas demasiado rápido en temas como “Sweet Surrender” (con Brooke Combe), la propia “Pink Cactus Café” que da título al lanzamiento, “The Beginning Of The End” (con DMA’s), “Solitude Of The Night Bus”, “First Name Terms” (con Pixey) o “Love You Any Less”.
“Pink Cactus Café” es, en conjunto, un disco insulso y algo empalagoso, acerca del que poco más se puede argumentar (en un sentido o en otro), que sucede sin pena ni gloria a lo largo de cuarenta minutos que parecen unos cuantos más. Cabe suponer que, en efecto, Courteeners nunca será un grupo capaz de destacar en el plano creativo por encima de una media demasiado numerosa. A pesar de que en Reino Unido continúen llenando estadios.
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