Escucho el disco de Andrew
Stockdale y la cuadrilla que ha juntado a su alrededor para seguir manteniendo
vivo el tirón que logró con su primer trabajo como Wolfmother y me viene a la
cabeza que este chico tiene muchas cosas en común con Dave Grohl (Nirvana, Foo
Fighters). Para empezar los dos tienen pinta de ser buenos chicos; ambos
afirman no tomar drogas, pese a estar en el vicioso y viciado mundo del rock,
además aman a Led Zeppelin por encima de todas las cosas y son más listos que
el hambre. Y son listos porque están demostrando que saben regurgitar a la
perfección toda esa música que han
mamado desde pequeños y mostrarla con un barniz, un acabado, un tuneado
brillante, esplendoroso, vital. Y no era fácil en el caso de Wolfmother máxime
cuando has estado cuatro años sin
sacar disco y corres el riesgo de fundirte en el olvido. Pero no. Este Cosmic
Egg es un acierto en sus postulados clásicos gracias a que las melodías
funcionan a la pefección apoyadas por una instrumentación más que sólida,
contundente (me gusta hasta la balada y mira que es facilona). Y lo mejor de
todo es que lo hace a pesar de que no puedes evitar ver el aura vital de Ozzy
Osbourne, Josh Homme, Jimmy Page, pero también de Soundgarden o incluso The
Cult (otros expertos en el arte de reciclar los viejos riffs de siempre y
presentarlos de forma lustrosa, efectiva y bella) por todas partes a lo largo de los doce
temas que componen un disco que, no sólo es resultón, sino que encima tiene la
capacidad de inocularte el virus del rock de nuevo. Una gripe con la que tienes
ganas de desempolvar los discos de Blue Oyster Cult que yacen en las
estanterías de ese viejo roquero, reciclado en moderno gafapasta, en el que te
has convertido traicionando, de paso, el espíritu que te vio crecer. Todo un
acierto este huevo cósmico que desde luego no inventa la sopa de ajo, pero no
veas como pica el cabrón
Don Disturbios: Impecable comentario