Pocas veces (por no decir nunca) se nos hubiese ocurrido adjetivar un disco de Converge como algo místico. La cosa cambia cuando Chelsea Wolfe entra en la ecuación.
Siempre apostando por expandir los horizontes del hardcore, Converge se ha convertido en sus más de treinta años de historia en uno de los referentes del género. Del otro lado tenemos a Chelsea Wolfe, que con sus tintes folk y doom es sin lugar a dudas una de las voces más refrescantes del metal de los últimos años. De la colisión de estos dos universos sónicos solo podía resultar algo totalmente cautivador, que, desde el primer momento, te deja con la sensación de ser testigo de algo único que empezó a fraguarse mucho tiempo atrás.
Este cruce de caminos se lo debemos al Festival Roadburn de 2016, en el que Converge amplió su formación con Chelsea Wolfe, Ben Chisholm (colaborador de Wolfe) y Stephen Broadsky de Cave In. Aunque el proyecto empezó a construirse con canciones existentes del catálogo de la banda, "Bloodmoon I" toma el núcleo de esas ideas y las expande hacia los extremos, coqueteando entre el sludge y doom metal con guitarras acústicas, pianos, sintetizadores y coros. Cinco años después de esa conexión, con pandemia de por medio incluida, nos encontramos con uno de los álbumes más especiales del año por méritos propios.
Tras la primera escucha es difícil no sentirse abrumado. Solo hace falta escuchar unos segundos de la intro de ‘Blood Moon’, con ese piano fantasmagórico entremezclado con la voz distorsionada de Jacob Bannon, para ver que estamos ante algo inaudito en la discografía de Converge. Muy diferente al sonido al que nos tienen acostumbrados, "Bloodmoon I" nos sumerge de lleno en atmósferas ásperas, más próximas al post metal, gracias al intercambio casi hipnótico entre Bannon y Wolfe. Sin perder esa sensación asfixiante propia de la banda, "Bloodmoon" da paso a ritmos pesados más melódicos por momentos, una melancolía estremecedora y llena de belleza que impregna todos sus temas.
Así nos encontramos con juegos de intensidad totalmente estimulantes, desde la angustia descarnada de "Lord Of Liars" hasta el afilado solo con toques más blues de "Scorpion’s Sting" o la grandiosa "Coil", que capa a capa, con tintes de rock más acústico y gótico, es la canción con una influencia de Chelsea Wolfe aún más marcada.
El resultado no puede ser más satisfactorio. La producción de Kurt Ballou consigue que todas las partes implicadas brillen con fuerza en su estilo, creando algo totalmente diferente a lo que se podría esperar de forma individual. Lo mejor de todo es que esta unión no se siente forzada ni descompensada, sino que fluye de forma orgánica. "Blood moon I" es el crossover que no sabíamos que necesitábamos.
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