Reconozcámoslo, nos encantan las leyendas de todo tipo y la mitología rock está repleta de ellas. Del tiburón introducido en la vagina de una groupie por los Led Zep a la gallina decapitada con la boca por Ozzy Osbourne. Historias medio ciertas, o no, que agigantan el show de lentejuelas que rodea a la música. Una de ellas tiene que ver con esa especie de Santo Grial del folk-rock que un día grabaron Bob Dylan y The Band en un sotano de una casa pintada de rosa. Una especie de quimera musical que recoge la esencia de lo auténtico que muchos han buscado repetir, pero no han hecho más que fracasar en el intento. Resulta curioso que haya sido el imberbe genio de Omaha el que más se haya acercado, cinco décadas después, a lograr algo semejante a aquel hito de la música. Si un accidente de motocicleta motivó el exilio campestre de Bob Dylan, una falsa acusación de violación por parte de una fan de Conor Oberts le llevó a recluirse para perpetrar “Ruminations”, el imediato predecesor a este trabajo del que recupera absolutamente todas las canciones incorporándole siete composiciones inéditas. La diferencia es que aquí cuenta con un perro viejo como el batería Jim Keltner (busquen en la wikipedia sino saben de qué hablo) y unos Felice Brothers como banda de acompañamiento que dotan a las composiciones de Oberts de la sabiduria folk que muchos, demasiados, han estado buscando en vano.
De acuerdo, todo lo escrito con anterioridad puede formar parte de esa tendencia que tenemos los junta letras musicales de alimentar, con cierta tendencia a la hipérbole, las diferentes leyendas que nos encantan a todos. Pero prometo que si hay un disco que no ha parado de sonar en mi reproductor estas semanas es este. Y lo ha hecho porque recoge esa sonoridad próxima, pero a la vez repleta de detalles que tanto me gusta. Una musicalidad de corte clásico sustentada en el acordeon y piano de James Felice, la guitarra de su hermano Ian, el violín de su compañero Greg Farley y ese dylaniano toque de armónica del propio Conor Oberts. Si a eso le añades el suave golpeteo a ritmo de vals de Jim Keltner más colaboraciones de relumbron de amigos y compañeros como Jim James (My Morning Jacket) a los coros, o Jonathan Wilson con su guitarra en un par de temas, ya tienes los ingredientes perfectos para una ensalada que rebaja a la césar.
Claro que todo lo escrito hasta ahora no sería más que palabrería de viejo buhonero si el disco no contara con canciones con aroma a clásico como “Overdue” y su suave balanceo, la epatante “Till St. Dymphna Kicks Us Out”, el emocionante estribillo de “A Little Uncanny” con sus homenajes incluidos o la más nervuda y tensa “Napalm”. Un largo (diecisiete temas) deleite para paladares educados en los viejos aromas a bourbon y hierba que surgían por las rendijas de los tablones de aquel viejo sótano del caserón rosa de Woodstock. Tú sabes.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.