Connan Mockasin es ese charco de barro para rebozar el melodrama, la obsesión y lo singular. Pero, también, es ese lugar para el desasosiego puntual que visitan aquellos a los que –generalmente– les gusta deprimirse con la clásica sucesión de acordes menores. De lo que no hay duda es de la autenticidad de este artista cuya sensibilidad feísta es como un cristal de múltiples caras en el que a veces logramos ver a través de la lente y, otras, nos devuelve nuestro propio reflejo.
El neozelandés ha sido capaz de facturar un R&B surrealista que muestra a un galán tan destartalado como intenso; tan capaz de morder el lóbulo de una oreja de manera sexy como de lamerla intensamente. Las medias tintas no existen en el universo Mockasin: ese lugar lleno de flanger en el que se le dedica el mismo protagonismo al mensaje que a la melodía.
"Jassbusters", el disco –ya el tercero en su carrera– con el que ha regresado tras cinco años de silencio, es una suerte de tragedia en la que se habla de amor obsesivo y romántico. Pero, también, de arrepentimiento. Prueba de ello es la canción que abre el LP: "Charlotte’s thong. Otra de las joyas es "Momo’s", escrita e interpretada al alimón con James Blake; un tema que parece tener voluntad de psicofonía en el que se mantiene la tensión desde la primera nota hasta la última.
Por su arquitectura, y el juego de planos sonoros que hace Mockasin, "Last night" es uno de los mejores temas del disco. Es más, casi se diría que la canción es todo un ejercicio de estilo homenaje a aquellas baladas tan grandilocuentes y tan pasionales de Prince. Aunque también tiene un poco de esa producción de finales de los años ochenta que facturó el desaparecido artista de Mineápolis.
De lo que no hay duda es de lo rico de la perspectiva musical de Connan Mockasin. Esa que hace que el oyente encuentre algo de paz en lo perturbador; porque, a veces, lo que uno oculta también es necesario. Algo así como un pequeño secreto. ¿No es genial? .
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