Que no queda la menor duda de que Ana Naranjo es una auténtica conocedoras de los secretos mejor guardados del pop de los ochenta, una mente liberada de prejuicios que tanto puede reivindicar a Fleetwood Mac como a Bananarama. Entendiendo la música como un collage de múltiples contrastes en la que las etiquetas están de más, bajo el nombre de Linda Mirada ha dado un paso más allá respecto a aquel “China es otra cultura” con el que debutó hace dos años. Renunciando al carácter inocente de aquellas “José” o “San Valentín” que vertebraban su primer largo, en esta ocasión ha vuelto a aliarse junto a Bart Davenport (que ejerce como productor ejecutivo) para firmar un álbum mucho mejor rematado y con un discurso más oscuro en el que aglutina sus mayores obsesiones. Reflotando la memoria de los primeros Mecano (“Mientras la música no pare”), la efervescencia del tropicalismo que empezó a ponerse de moda en la década dorada de las hombreras (ese “Aire” cuya percusión enlatada eclosiona en sus segundos finales), el italo disco que ya ensayó en la imprescindible “Solo” (ahora “Secundario” ocupa su lugar) o las baladas tontorronas cinéticas que provocaron que Carrie entrara en cólera (“Las cosas nunca salen como las planeas”), Naranjo nos presenta un álbum por y para el verano que de bien seguro macharemos obsesivamente.
an kai de pisteuw sta zwdia pfaegrreii akrivws emena kai eimai gennhmenh 16/6 pio didymos de ginetai!!tromerh perigrafh san na einai sto myalo moy!!kai ayto poy axize kat'eme htan oti "arkei na thn krathseis apo to xeri na mh trexei"