Todo es posible de la mano de Sufjan Stevens: el folk se convierte en pop, el pop en country, el country en coros y trompetas y las trompetas en un vodevil de ojos llorosos y bocas abiertas en las que conviven Louis Armstrong, John Wayne Gacy (más conocido como el payaso asesino: treinta y tres víctimas), antiguas visiones del futuro o el propio Sufjan convertido en un personaje más de su quijotesca saga musical (hacer un disco por cada uno de los Estados Unidos).
Todo es posible de la mano de Sufjan Stevens: el folk se convierte en pop, el pop en country, el country en coros y trompetas y las trompetas en un vodevil de ojos llorosos y bocas abiertas en las que conviven Louis Armstrong, John Wayne Gacy (más conocido como el payaso asesino: treinta y tres víctimas), antiguas visiones del futuro o el propio Sufjan convertido en un personaje más de su quijotesca saga musical (hacer un disco por cada uno de los Estados Unidos). Porque este “Come On Feel The Illinoise”, a diferencia de “Greetings From Michigan” (donde sus recuerdos sobre su estado natal se llevan gran parte del protagonismo), es un disco de personajes, y como tal se ha tomado la licencia de componer y grabar (aquí es más hombre orquestra que nunca) un disco cuyo transcurrir está tan lleno de detalles y sorpresas como el mismísimo “In An Aeroplane Over The Sea” de Neutral Milk Hotel, y no porque se parezcan, sino por esa manera de ir creciendo a cada minuto tan luminosa, inesperada y extrañamente coherente que te mantiene con la carne de gallina durante toda la escucha. Para muestra, un botón: la maravilla hecha canción que es “Chicago”, las citas a The Cure en la canción más stereolábica del disco (“Come On Feel The Illinoise!”), la estremecedora historia de “John Wayne Gacy”, los punteos y acordeón de “Decatur”, los coros de “The Man Of Metropolis Steals Our Hearts”, el dialogo entre trompeta y juegos vocales a lo Animal Colective de “The Predatory Wasps...”, o todos y cada uno de los momentos en que entra una sección de vientos para hacernos saltar de asombro de nuestras sillas.
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