Hace no tanto, Manchester, una pequeña ciudad postindustrial, dura y difícil, era el centro de la cultura pop mundial. Hoy es un lugar agradable y acomodado, con su flamante Museo Nacional del Fútbol, pero parece haberse dejado el carácter y el orgullo por el camino. Y es que si donde estaban The Smiths o Happy Mondays, hoy tenemos a Delphic, la cosa pinta mal. El proceso no es nuevo. Tras (ejem) Oasis, Marion, Haven, The Ting Tings o (nunca me parecieron una maravilla) Doves, Delphic, que se presentaban hace algo más de tres años, bautizados por los más optimistas como dignos herederos de sus ilustres paisanos New Order, se revelan como otro bajonazo en este proceso acomodaticio de la cantera local. Arreglos de teclado y bases ultracomerciales, falsetes y coros azucarados, hip-hop pastelero y vocación indisimulada de tocar en los estadios -lo de Muse crea escuela- son las señas de identidad del nuevo disco. La empanada melosa y sobreproducida de baladas como “The Sun Also Rises” hace que, definitivamente, inclinemos el pulgar hacia abajo. ¿Será que la prosperidad no alienta el buen arte y viceversa?
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