Colectivo Da Silva, tras allanar la llegada del otoño con un repoker de adelantos que doran la piel desde la primera escucha, reaparecen a por todas con su segundo y esperadísimo largo. Y es que, si aún resuenan en el aire los hits de su debut, "Vacaciones" (19), “Marina d'Or” a la cabeza, con esta flamante "Casa Vargas" (21), Arbondaira de estrella de siete puntas (una por miembro) incluida en la portada, siguen secuestrando veranos y rompiendo caderas a cada surco.
En nueve canciones que duran poco más de media hora, sacan brillo a sus raíces y genuino sello propio, ese que han ido perfeccionando en directos adictivos y festivos como pocos, y nos envuelven en una brisa de ritmos tropicales y electropop donde es imposible tocar el suelo. Del vaivén irresistible de “Invítame a tu casa”, al fluir de “Tú me pones nervioso”, donde el chillwave y autotune prosiguen su curso, arrastrándonos bajo una fina lluvia sintetizada que, aunque pegue fuerte el sol, no cesará en ningún momento.
Todo tejido con esas letras de amor y costumbrismo millennial en las que (¿cómo lo hacen?) siempre late un estribillo mántrico que, una vez que lo escuchas, te persigue hasta el final de los días. Así caemos en el embrujo de clásicos instantáneos como “Nos vemos luego”, rebosante de percusiones, calles que huelen a primavera e irresistibles tintineos latinos, con dani como invitada que echa más maderas entre susurros y envolventes atmósferas. Para continuar la sabrosura que nace al ver a unas chicas bailando muy intensamente en el balcón de una mansión abandonada… De ahí surge este reguetón pop y naif, “Que Dios bendiga el reguetón”, cargado de estrofas locas made in Colectivo que, quieras o no, se te pegarán en los oídos como salitre a la piel.
Levitamos en el ambient luminoso y enamorado de “¿Conoces a mi mamá?” y volvemos a recuperar el pulso a base de rumba a fuego lento y melancolía pop en “Lloraré por ti”, recogiendo las piezas de corazones rotos entre palmas flamencas, guitarras, coros y cálidos soniquetes de bossanova y mediterráneo en vena.
Tras la languidez resplandeciente y morfínica de los más de cuatro minutos de “Un beso (lo natural)”, y antes del cierre a forma de bolero marca de la casa, “Motivos”, quedamos prendados por el himno crepuscular “After”, que encuentra el tiempo perdido en noches locas de neón y lagunas mentales, fundiendo amaneceres y bolas de espejos que, pase lo que pase, no dejan de girar. Otra bala de plata y confeti que no faltará en ninguna pinchada festivalera, chiringuito y fiestas mil.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.