Music Of The Spheres
DiscosColdplay

Music Of The Spheres

3 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 15-10-2021
Empresa — Parlophone
Género — Pop

A veces creo que deberíamos cobrar el doble quienes escribimos sobre semejantes pestiños. Para que luego digan que el periodismo cultural es una autocomplaciente componenda entre escribas, editores y promotores. Hay escuchas que no se pagan con dinero. Tinta que no vas a recuperar. Gramos de intelecto extraviados en la galaxia, perdidos como lágrimas en la lluvia. Horas de tu vida que nadie te va a devolver. Es peor picar en la mina, desde luego. Pero esto es lo más parecido que debe haber en el mundo de la tecla, al menos si nos aplicamos al negociado de la música pop. Coldplay llevan muchos años riéndose de nosotros, y nosotros (disculpen el plural mayestático) se lo permitimos. Los números les avalan, y contra eso no hay enmienda.

"Everyday Life" (2019) no estaba mal: era una especie de rehabilitación, un irregular paseo por el globo en su clave de particular world music. Con todo, lo mejor que habían hecho desde "Viva la Vida Or Death To All His Friends", en 2009. Esto parece, o directamente lo es, una gran tomadura de pelo. Curiosamente, los dos adelantos, “Higher Power” y – en menor medida – “My Universe” (con los coreanos BTS), son las únicas dos canciones que no generan una irreparable vergüenza ajena. Los sintetizadores ochenteros a lo Van Halen y los coros épicos de todo a cien de “Humankind” rechinan. La sacarina del baladón que expide “Let Somebody Go”, junto a Selena Gómez, correría el riesgo de ser la pesadilla del diabético menos hipocondríaco. Las guitarras neoglam de “People of The Pride” hacen que suene a parodia de Muse, lo cual ya es de por sí una redundancia. “Human Heart”, la canción del corazoncito (sí, su título es un emoticono, como el de cada interludio instrumental, a cuál más vacuo) es una pretenciosa cursilada accapella. Lo de “Biutyful” es prácticamente inenarrable: la voz filtrada de Chris Martin sobre cadencioso ritmo hip hop, como si los pitufos makineros se aliaran con Danger Mouse en pleno bajón de MDMA. Y el largo extravío pastiche-balada-neoprogresivo de “Coloratura” invita a pulsar stop antes de llegar al límite de estos 42 minutos.

Lo dicho: mientras nos reímos de su creciente indigencia creativa, de discos como este, de horripilante portada cósmica y producción ya enteramente a cargo del todoterreno Max Martin, que superan el mismo listón de la banda por lo bajo, limpiando el polvo de su propio suelo, ellos siguen carcajeándose de todos nosotros. Y engordando la chequera.

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