Han pasado casi dos años desde la edición del disco de debut de Ciara Mary-Alice Thompson, es decir CMAT, y parece que su propuesta se ha ido atemperando para bien y para mal. Si en “If My Wife New I’d Be Dead”, la irlandesa explotaba su lado más caricaturesco, combinando su peculiar sentido del humor con un envoltorio musical basado en el country-pop, ahora su tono se ha vuelto mucho más serio y grandilocuente.
Una seriedad conceptual basada -como no -en una ruptura amorosa que, sin embargo, no ha renunciado a sus dotes teatrales con cierta vis cómica. Solo hay que ver el el clip de “California” para comprobar que, en este segundo disco, CMAT está más próxima a la escenificación que realiza Kevin Rowland con sus Dexys, que al imaginario yanqui de Kacey Musgraves o Taylor Swift.
Así “Crazymad, For Me” es un álbum que está todo el rato tan arriba y que se muestra tan desgarrado y excesivo que, a más de uno, puede hacérsele bola. Por momentos es tan rimbombante que agota. Y en eso no ayuda la voz de CMAT, que parece obligada a estar siempre en la parte alta de la partitura y, cuya peculiaridad tonal, acaba convirtiéndose en un don de doble cara: aprecias su diferencia, pero te raya hasta decir basta.
Pese a todo, “Crazymad, For Me” es un disco que ganará adeptos muy fieles a la causa de CMAT. Y lo hará porque lo suyo, además de distinto, lanza un mensaje muy potente a muchas personas que se encuentran igual de desubicadas en este mundo de perfección curvilínea en el que vivimos. Ciara Mary-Alice Thompson es una anti-diva capaz de mostrar sus debilidades y hacer bandera de ellas. Algo parecido a lo que sucede con Jimena Amarillo o Marcelo Criminal en España. No es para todo el mundo pero, a la que conectas, te pillas hasta el mismísimo tuétano.
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