No son pocos los discos en la historia de la música que han nacido con la misión –o como proceso inevitable– de hacer un balance de los daños emocionales, o de cualquier otro tipo, sufridos por el autor de turno. Y en el caso de Eef Barzelay, a estas alturas protagonista exclusivo del siempre interesante proyecto denominado Clem Snide, no son pocas las desventuras que le han acompañado a lo largo de estos últimos tiempos: crisis personales –divorcio incluido–, debacles económicas, desmoronamientos artísticos.... Tanto es así que parece imposible que haya sido capaz de reconducir esa lista de calamidades hacia un procesos creativo. Pero como los milagros no existen, para tal fin ha sido indispensable, al margen de algún hecho insólito como recibir una donación millonaria de un fan español, la relación entablada, con buenas dosis de admiración mutua de por medio, con uno de los hermanos, en este caso Scott, integrantes de The Avett Brothers.
Tras un ir y venir de recíprocas alabanzas, dicho entendimiento desembocaría en la realización paulatina de una serie de temas que finalmente darían forma, tras un lustro de silencio, a un nuevo trabajo del estadounidense. Grabado en el estudio casero, ubicado en Carolina del Norte, de su nuevo partenaire y con una alineación de músicos acompañantes completada por integrantes de Band Of Horses y también del propio combo de hermanos, era inevitable que el perfil del álbum no quedara influenciado por ello, dirigiéndose a la postre hacia un clásico sonido de raíces marcado por un ambiente cálido e íntimo, aquel que se desprendería de largas horas al cobijo de una hoguera, fiel reflejo probablemente de la naturaleza de las sesiones que dieron vida a este repertorio.
Si congruente resulta viendo todos los condicionantes en liza el resultado musical alcanzado por el álbum, no lo es menos su contenido lírico, teniendo en cuenta la colección de vicisitudes almacenadas por su creador. Pese a ello, “Forever Just Beyond” no es un grito de desesperanza, aunque ésta se pasee, y en grandes cantidades a veces, más bien se trata de una reflexión que va más allá de las desgracias concretas con la intención de alcanzar un diálogo con uno mismo y con todo aquello que le rodea, proponiendo una mirada que hace de su condición malherida motor para la búsqueda de razonamientos, unos más tangibles y otras de carácter contemplativo.
La llamativa, pero nada invasiva, base percusiva que dirige el discurrir de “Roger Ebert” nos sitúa frente una canción, y por extensión un trabajo, que maneja el sonido americano con una gran sensibilidad, pero sin reparos para expresarse bajo diferentes acentos, como la intensa elegancia de la que hace gala este tema inaugural, pudiéndose relacionar con Justin Townes Earle o ampliar el radar hacia otros ilustres hacedores de canciones como el mismo Jeff Tweedy. Un espacio de matices que es capaz de sacar a colación la dulzura de Ron Sexsmith (“Don’t Bring No Ladder”), hacernos sentir arrastrados por esa vaporosa sensibilidad que caracteriza a M. Ward (“Easy”), caer seducidos por el susurrado trazado que efectúa “The Truth Shape Of Your Heart” o percibir el pellizco country al que es sometido “Sorry Charlie”.
Hay incluso en este precioso paisaje que va que quedando tejido con el transcurso del disco un territorio acotado para el folk tradicional, o cuanto menos ciertos rasgos asociados a él, como una presencia más prioritaria de la guitarra y el uso de juegos vocales. Características que nos transportarán hasta un estado de serenidad por medio de “The Stuff Of Us”, aportarán enjundia con “Some Ghost” o, sobre todo, harán de la sobriedad de “Ballad Of Eel Barzelay” una mayúscula composición.
La historia pocas veces es justa, como mucho se puede esperar alguna rectificación por su parte, pero nada indica que el discurrir de los años vaya a situar a Eef Barzelay en su justa posición, como la de un excelente y lúcido creador. Sería de hecho toda una paradoja del destino que fuera precisamente un disco como el presente, consecuencia de todo un periplo repleto de desgracias, quien le aportara el reconocimiento merecido. Ensoñaciones al margen, el mayor logro del que puede vanagloriarse es el de haber encontrado la fórmula ideal para transformar la derrota y la desesperación en un territorio donde cultivar esta serie de magníficas y bellas canciones.
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