Perifèria
DiscosClara Peya

Perifèria

8 / 10
Yeray S. Iborra — 11-03-2021
Empresa — Vida Records
Género — Pop

No hay quien no pueda identificarse con las periferias. Los hay que no saben que pertenecen a una de ellas; también están los necios que directamente se niegan a aceptarlas. O las reprimen. Como decía la escritora feminista Brigite Vasallo, todos podemos ser oprimidos y ejercer de opresores. Si el poder no se tiene, se ocupa, todo el mundo ha transitado alguna periferia emocional, social, sexual o económica.

En un momento extremado y cruento como el actual, el “centro” se estrecha y los márgenes ganan terreno. Deberíamos pensar –o al menos empatizar– con esos márgenes que duelen y vulnerabilizan. Pero, ¿nos atrevemos a hablar de ellos?
Afortunadamente, los hay que sí. Queda claro en el primer verso de “Perifèria”, en “¿Quién se atreve a hablar?”. Y los hay que saben cómo hacerlo.

Clara Peya, compositora catalana, ha hecho de su nuevo disco un acompañamiento sosegado, sensible y poético de muchas periferias. No es novedad que la artista empeñe su labor en cuestiones complejas como el género o –entre otros– la salud mental, ahí están discos soberbios y turbulentos como “Estómac”. Pero las tripas esta vez, toman otra forma. No abundan las puñadas sonoras. La intensidad viste diferente en “Perifèria”: “La niña” o “Ha mort l’amor” son teclados profundos, ecos de pisos vacíos, que te agarran del diafragma. Formas en sintonía con su último largo, “Estat de larva” (20), parecido a lo más parco y desnudo de Nils Frahm.

De la furia habitual de la autora queda tan solo “Mujer frontera”, un homenaje junto a Alba Flores y Ana Tijoux que servirá además para apoyar la causa de las Jornaleras de Huelva. También se escucha diferente lo nuevo de Peya por un motivo obvio: Enric Vergaguer es quien se encarga de la voz solista, con una intensidad bien manejada y que hace vibrar algo más que el tímpano (“Quan ens crèiem àngels”).

Dos cosas más que han cambiado en la propuesta de Peya: la escritura se ha arrinconado en la esquina de la evocación, parte de la culpa la tiene su primer poemario (“Liti-o”, 20) y –claro– también ha cambiado ella misma. La honestidad es el único lugar desde el que expresar las periferias de una (y de muchas).

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