En casos tan concretos como el de Fernando Alfaro, es una trampa atreverse a aseverar que estamos ante su álbum más rico e inspirado desde “Los diarios de petróleo” (2001), contando con los que firmó bajo su firma en todo este tiempo. Definitivamente, no resulta sencillo enunciar este hecho, más cuando por en medio se encuentra el infravalorado “Koniec” (04) o “La vida es extraña y rara” (11), este último publicado bajo su firma. Sin embargo, “Corazón roto y brillante” derrocha intensidad por todos sus poros y sube la apuesta del, por otro lado, también sobresaliente “Los años luz” (16), con el cual refrendaban discográficamente su regreso como grupo en 2013.
En los doce temas que componen el álbum (al que hay que sumar "Pere y María", el primer libro de Alfaro y complemento de este disco, que acaba de publicar Muzikalia), Chucho suenan más engrasados que nunca, como si se hubieran desprendido para siempre de la presión por alcanzar el reconocimiento masivo que nunca tuvieron. El camino labrado hasta hits tan desbordantes como el que da título al álbum no nace del interés por sonar más directos sino de explosiones vitales que, en este caso, bulle como una bomba latiendo al ritmo de ese corazón roto y brillante, tejido de arterias tecno y venas abiertas en rock celeste. Sin duda alguna, resulta difícil pensar en un arranque más rotundo. Aunque lo bueno del caso surge de una certeza: los momentos más sembrados se encuentran más adelante, con picos de la liturgia alfariana como “La carretera de la costa”, prima lejana de hitos pasados como “Una f-foto tuya”, aunque incluso más emocional e inspirada.
No hay socavones en esta senda trazada de parajes filmados desde la épica western, como en “Sombra lunar” o en el single “Hoamm”; este ultimo, uno de los cuatro escogidos para servirnos en bandeja de plata tan sabroso festín de momentos fraguados desde la experiencia en cómo llegar a los ventrículos del corazón, pero también a través de la necesidad por hacerlo desde el autodescubrimiento personal. No en vano, ahí reluce la semántica post-punk en las falanges rítmicas de “Otra ciudad”, a su vez, cierre altamente revelador de un muestrario vital, por otro lado, rebosante de imágenes crudas como en los tiempos de Surfin Bichos. Eso sí, también filtradas desde una atalaya lumínica como no contemplábamos desde “Tejido de felicidad” (99).
En resumen, un nuevo hito a sumar dentro de una trayectoria, sencillamente, incomparable dentro del pop nacional.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.