Eugene McGuinness parecía tenerlo todo de cara para alcanzar un éxito relativamente masivo con su anterior entrega “The Invitation To The Voyage” (Domino, 12), en unas previsiones a la postre inalcanzadas. El londinense vuelve a la carga con el tercer disco firmado en exclusiva bajo su propio nombre, presentándose al asalto con idénticas armas: una obra vistosa de pop acelerado y plena en canciones verticales y afiladas. Sin embargo y a pesar de la evidente efectividad de la fórmula y el acierto de varias de las piezas por separado (“Godiva”, “Amazing Grace” y “Black Stang” resultan aplastantes), el conjunto no puede evitar una reiteración preconcebida y excesivamente enfatizada. El vocalista regresa igual de ambicioso y descarado que siempre, pero ahora deja a su paso la incómoda sensación de que quizá su tren haya pasado ligeramente de largo.
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