Burn Slow

Si eres fan del techno industrial y pistero típico de Liebing puede que este último largo no te enganche demasiado. Desquitándose de la etiqueta que se ha ganado a pulso desde hace 25 años como uno de los cañoneros del techno germano, y haciendo honor a su título, este nuevo y tercer LP viene cargado de lúgubres paisajes y estructuras cocinadas a bajas revoluciones.

Ya son casi 3 los años que el veterano productor lleva indagando entre diferentes vertientes del techno, dejando de lado proyectos como su mítica serie de podcasts o la frenética actividad de su propia disquera, CLR. Por eso este "Burn Slow"es el resultado, según el propio Liebing, de un proyecto que llevaba años intentando finalizar y publicar. Sorprendentemente, el largo deambula entre sonidos más minimalistas y electrosos mucho más alejados de la pista. Vamos, que de techno como tal hay más bien poco.

Predecible por momentos y con el resultado de un techno casi espiritual (véase progresivo, melódico y dramático) los 10 cortes parecen amparar el sonido predominante de Liebing en un estado semi cognitivo y emocional; por lo menos en el estudio. Sin ser un disco malo, poco o nada nuevo aportan sus tracks que francamente, no resultan inspiradores -y mucho menos desafiantes- en un era sonora como la actual. Y es que si al alemán le hubiera dado por calzarse el traje típico de una imprenta como la de Mute (encargada de que vea la luz este trabajo) hace una década, este LP tendría bastante más sentido. Porque sentido tiene. De hecho, es posible que sea su álbum con más narrativa hasta la fecha, pero su contenido alberga dudas artísticas y de identidad, sin esclarecer cuál será el rumbo escoger por el capo de CLR, en plena edad madura pero disimuladamente rácana.

No así sus colaboraciones, a cargo de nombres como el legendario Gary Numan (que firma "Polished Chrome (The Friend Pt. 1)", uno de los mejores cortes del álbum al más puro estilo John Carpenter; Miles Cooper; o la diva del electropop, Polly Scattergood. Todas ellas brindando un aire íntimo, cinemático y decadente que mejoran un trabajo que coquetea, sin pena ni gloria, entre territorios y paisajes armónicos poco propios de uno de los boxeadores del dancefloor por antonomasia.