Hace escasas semanas, el quinteto vizcaíno de stoner-rock Chivo publicaba su cuarta referencia discográfica (entrevista aquí). Bajo el título de “Ouroboros”, la experimentada formación nos presenta 8 cortes (más dos extras) con un sonido madurado durante los años de la pandemia y que supone una evolución respecto a sus trabajos anteriores, pero sin perder los característicos pasajes desérticos y las reminiscencias grungeras que les han acompañado desde el inicio.
Un trabajo gestado en época de clausura, que trata sobre la naturaleza cíclica de las cosas y la idea del retorno de la sociedad actual, desde un punto de vista bastante negativo y crítico. Tiempos de abstracción y reflexión sobre lo que nos rodea. Una nueva realidad que les obligó a adaptarse a nuevas maneras de trabajar y seguir siendo productivos, hasta que pudieron volver a juntarse en el local de ensayo y cerrar por todo lo alto estas creaciones de rock pesado.
Apenas unos segundos tras pincharnos el disco, y ya estamos metidos en la tralla. La particular voz de Aitor “Cigarrettes” no tarda en aparecer, haciéndose reconocibles esas dinámicas grungeras a la hora de entonar que le dan su toque especial. Siguiendo la costumbre de sus anteriores trabajos, el cancionero de Chivo es puramente inglés, probablemente la lengua que mejor se adapta al estilo, aunque hayan probado con su euskera natal en alguna composición pretérita.
“Ouroboros” es una evolución lógica y acertada de la propuesta que los vascos vienen mostrando desde aquel lejano “Swamp of Sounds”. Temas que se ornamentan con grunge y una pizca de rock alternativo cosecha de los 90’s. Como resultado, muchas melodías, en la mayoría de casos altamente pegadizas y sobradas de carácter.
Se mantiene el aroma desértico en cortes crudos y secos como la arena. Un sentido cíclico a nivel conceptual, pero también musical. Riffs como apisonadoras que se repiten y van evolucionando a medida que transcurre el minutaje. Ocho trallazos distorsionados que beben de una misma fuente de inspiración, aunque cada uno presente cierta personalidad. “Phony Braggart”, que sirvió como single de adelanto, quizá sea la pieza más representativa del redondo. En poco más de 4 minutos dejan claras sus intenciones. Guitarras afiladas como cuchillos que escupen riffs sin parar, ornamentadas en ocasiones por sutiles solos de guitarra y una base rítmica decidida a mantener un cabeceo continuo.
Aunque buenos representantes del disco son también “Fingers Crossed” con un bajo que marca firme el paso de la canción y dirige a la banda hasta un final pesado que nos traen a la mente a los Pantera del “Cowboys from Hell”; o la extensa “Breaking me down” que sirve para dar carpetazo al disco por todo lo alto con esa instrumental final con una pizca de épica oscura. Para postre, nos regalan las versiones en acústico de “Looking Upside Down” y “Dark Path”, como queriéndonos presentar las dos caras de unos Chivo que también saben ver lo positivo de todo esto.
Un trabajo cocinado a fuego lento y con cariño por parte del chef Xanpe en sus Koba Estudios de Bizkaia durante el mes de noviembre del pasado año y decorado con los diseños gráficos de Dominic Sohor.
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