Un buceo transatlántico por olas de ácido, folclores revenidos, tradiciones deformadas, bailes espásticos. Un montón de anomalías perfectamente imperfectas son las que ha logrado condensar el colectivo Chico-Trópico, acostumbrado a programar en España lo mejor de los neofolclores tropicales del otro lado del charco, en su Relación de Riesgo: un disco en sesión continua, o un live session con forma de álbum-mixtape.
Como una rayuela desordenada, en esta “Relación de riesgo” seleccionada ad hoc por el colectivo más cumbiero de nuestro país y editada por la promotora y sello donostiarra Ayo Silver! podemos dar con cumbias-psychodub surrealistamente anárquica (cortesía de Dick el Demasiado), una encendida alarma negra sobre una base de cumbia que suena a manifa encendida (Sonido Changorama), un palacete de ácido y kraut-cumbia hecha a máquina (Los Síquicos Litoraleños), zonas comunes entre las sesiones vermú, el proto-tecno y los himnos verbeneros cumbieros (Los Ganglios) u órbitas galácticas, entre una batucada afrolatina y un ritual neofolclórico (La Gallera Social Club).
A su vez, y mientras desde el propio colectivo tropical van deslizando trazas música deformada y coloreada para la ocasión a modo de separadores, mantras y puentes entre canciones, esta arriesgada relación entre psicotropia y post-folclore latino tira de bandoneón para convertir al tango en música noise desde el conurbano bonaerense (El Amateur), entrelaza cumbia y jazz en un túnel de raíces experimentales (Los Pirañas), dispara una suerte de math-cumbia de tintes láser (El Bien), encuentra un hammond cantando boleros que recuerda a Guálter y su órgano (Igor Stepanenko y el Órgano que canta) o una suerte de anarco-circo brasileño para niños (Cajueiros do Tapajos) y hasta nos descubre puntos de conexión entre Antonio Machín y Brian Eno (Pedro Buschi). Nunca el peyote supo tanto a MDMA.
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