El talento de Dan Snaith tiene tantas caras como su diverso hacer puede abarcar, y una de ellas, gracias a la unánime respuesta que su faceta como DJ ha arrastrado en los últimos años, es la que le ha llevado a firmar el regreso de su proyecto en solitario, más orientado a la música de club y a la electrónica minimalista que nunca. En el pasado ya le vimos depositar en este particular cajón desastre, con brillante acierto, sus más personalísimas ideas, siendo con ello capaz de ofrecernos destacables episodios repletos de samples excelentemente escogidos, transformados en ritmos deliciosamente hipnóticos y destinados a romper cualquier pista de baile que se precie.
Con su tercer álbum como Daphni, titulado “Cherry” (Jiaolong, 22), vemos claramente como su magnificencia a los platos le ha llevado a buscar encapsular ese espíritu raver, cosechado tras su reseñable paso por las cabinas de todo el mundo, en un formato de estudio que, lastimosamente, queda ensombrecido a consecuencia de ese trasvase de contextos.
Mientras que “Joli Mai” (2017) supuso un pisotón en el acelerador de su carrera, incorporando elementos menos rústicos que los entregados en su disco de debut, “Jiaolong” (2012), y jugando con texturas hasta el momento casi inéditas en su repertorio, “Cherry” se siente como un frenazo que nos hace cuestionarnos continuamente el disfrute de su sonido en formato de estudio.
Sus catorce cortes están, eso sí, orientados enteramente a despertar nuestras ganas de levantarnos de la silla e irnos directamente a sacudir nuestros cuerpos sin importar la hora ni el momento, a través de un singular repaso por las diferentes caras que su hacer de artesano electrónico le compete: desde un viaje a las luminosas estancias del Studio 54 con una ferviente y discotequera “Take Two”, hasta un trazado casi ínfimo en clave ambient para “Arp Blocks”, pasando por la tralla marca de la casa con “Mania”.
Irremediablemente, y a la fuerza ahorcan, esa machacante línea de sonidos conseguirá convertirse en algo familiar para nosotros, sin embargo no sentiremos la necesidad de volver a recurrir a ellos con la misma urgencia o motivación que otros productos firmados por el propio Snaith en el pasado nos generaban.
Nos topamos, así, con pistas innecesariamente sobre-extendidas por loops monocromáticos y con pocos matices que rompan la continuidad o sorprendan realmente, a excepción de puntuales y contados elementos exóticos (“Always There”) o jazzísticos (“Cloudy”, “Amber”) que ofrecen una alternativa un tanto diferenciadora y que se desmarcan dentro de ese mar de texturas reiterativas que se suceden a lo largo de sus catorce cortes.
A pesar de que detrás de los mimbres que asientan su propuesta se deduzca una intencionalidad con mucho más potencial – no obstante, no hallada expresamente en sus, a priori, intencionados hits, como la homónima “Cherry” o “Clavicle”-, sabemos bien que ya sea con la elástica de Daphni o de cualquiera de sus otros proyectos paralelos, Snaith nos ha demostrado en el pasado que es capaz de darnos mucho más.
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