La cantera canadiense goza de buena salud, con el punk, el hardcore y el noise como géneros predilectos dentro de la escena alternativa. Aunque su segundo disco sale sólo un año después de su debut, Chastity ya han compartido escenario con nombres tan consagrados de la escena de su país como Fucked Up y Metz. Se nota que se han estudiado con atención la historia del indie pop de los ochenta, y son alumnos aplicados.
Brandon Williams, alma máter de este proyecto de Ontario, combina melodía con energía eléctrica guitarrera, conciliando grunge, emo y shoegaze con gusto. Una curiosa combinación que asomaba ya en los primeros compases de su debut “Death Lust” (18). Pero aunque sigue explorando un tema inagotable, la alienación y la soledad en los suburbios, sin ahorrarse comentarios políticos, son las guitarras cristalinas de la era The Smiths las que empiezan mandando en “Flames” y “Dead Relatives”. Pop romántico e inteligente que va al grano y a los estribillos sin guardarse nada.
El volumen sube significativamente en “Spirit Meet Up”, donde se hace patente la huella de los primeros Smashing Pumpkins en las baterías enérgicas complejas y el riff de guitarra a degüello, pero también de los Ride clásicos o incluso de Red House Painters en las sofisticadas melodías de voz. Aunque “Sun Poisoning” y “Anxiety” se quedan cerca del emo amable e intrascendente, la bonita “Last Year’s Lust” recupera el nivel vía pop C-86, con explosiones de distorsión en los estribillos. El minimalismo atmosférico casi gótico les sienta igualmente bien (“Bliss”), y con “The Girls I Know Don’t Think So” y “I Steel Feel The Same” muestran su pericia melódica a la hora de construir canciones notables. El ruidismo emo de “Strife” pone la guinda. Desde luego, “Home Made Satan” no va a cambiar la historia del pop, pero te arreglará una tarde de otoño.
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