Las carreras de Giorgio Moroder y Cerrone han seguido y siguen unas coordenadas parecidas. Ambos se caracterizaron por aportar un poco de toque hortera e italo a la música electrónica que despuntaba en aquellos finales de los setenta, un toque de pop para todas las masas en algunos temas, y más currado y profundo en otras ocasiones, capaces de hacer bandas sonoras para películas serias y luego colocar éxitos almibarados en las listas de éxitos. Ambos eran capaces de teñir de lentejuelas y bolas de espejo composiciones épicas y con toque entre disco y cósmico; ambos han llegado a una madurez en su carrera con algún que otro patinazo reciente a sus espaldas y ambos han sacado LP el mismo año, para variar, con (malos) resultados parecidos.
En el caso de Moroder es más sangrante aún, porque por el camino ha dejado toda la sutilidad de sus producciones, todo ese curro que se observaba detrás de temas atemporales, mientras que el nuevo disco de Cerrone, a pesar de pasarse también con el azúcar, al menos tiene algunos destellos de calidad en la producción y en la composición. Este “Red Lips” se deja escuchar bastante bien debido, entre otras razones, a que todo parece estar tocado con músicos reales, a que suena a funk/soul blanco de radio fórmula, pero con calidad y buen sonido; suena a veces a un cruce entre algún productor estrella de temas de Britney Spears/Justin Timberlake con Jamiroquai, una respetable mezcla destinada a la radio fórmula entre el pop de masas y el funk con toques acid-jazz.
El disco no comienza mal, con un “Therapy” en el que un correcto James Hart se encarga de poner la voz al servicio de una máquina de disco-funk-pop precisa y resplandeciente. La guitarra de Nile Rodgers brilla con luz propia en “Illuminate Me” y las piezas comienzan a encajar. Al puzzle ahora le sumamos a un grupo que teníamos en la punta de la lengua: Daft Punk. Y es que en algunos temas se crea un bucle temporal en el que Cerrone se parece más a los Daft Punk actuales que a él mismo de hace unos treinta años; creando una paradoja que puede acabar con muchas neuronas, dado que Daft Punk suenan ahora a un Cerrone revisitado, remodelado, acicalado y preparado para los nuevos tiempos. Aunque la alegría dura poco, porque aunque suena bien y los temas son hasta pegadizos, uno no puede dejar de pensar en que esto es totalmente un producto para la radio. “Ain´t No Party” lo deja bien clarito, con Kiesza a la voz, una cantante semi desconocida y carente de gancho, y un estribillo de esos de primero de pop. Menos mal que al menos tuvo el acierto de invitar a gente como Aloe Blacc y Alexis Taylor (Hot Chip), que logran darle un poco de clase y color a unos temas que naufragan por momentos entre tanta brillantina y producción de postín pero sin alma. Algo que se demuestra con ese cierre magnífico con un “2nd Chance” con el mítico batería de afrobeat Tony Allen que nos hace pensar en un futuro disco con menos colaboradores y mejor escogidos.
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