Mucho ha tardado en salir un CD que glosara con todas las de la ley un periodo histórico para los fans del pop hecho con anoraks y bambas a rayas.
El C-86 fue mucho más que esa cinta (cuyo título hacía referencia al año de su publicación) que regaló en su momento el NME en uno de sus números: fue otro paso hacia la democratización de la música, otro peldaño más de la actitud del “hazlo tu mismo”, y una época irrepetible plagada de grupos y canciones a recordar tres vidas si hace falta. Y todo esto es algo que refleja con éxito esta antología, desde ya obligatoria, que recoge lo más destacable de un buen grupo de bandas que se agarraban al amateurismo más puro y naïf, al punk de juguete más inocentón, y las guitarras más rasgadas de la historia, para triunfar. Ahí van unos ejemplos. Talulah Gosh demostraron que el pop sesentas aun podía dar cosas nuevas. The Shop Assistants optaron por ser unos Jesus And Mary Chain más pop y acelerados. The Soup Dragons fueron la banda de punk-pop perfecta antes de la llegada del sonido Manchester. The Pastels elevaron el amateurismo y la desgana a la categoría de arte. Y Primal Scream fueron por un momento indie-poppers con la seminal “Velocity Girl”. Ahí es nada.
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