Tras el universo dadaísta, guitarrero y caótico de “Crab day” (16), el segundo asalto de experimentación post-punk junto a Tim Presley (Drinks) en “Hippo Lite” (18) y producir el genial “Why Hasn’t Everything Already Disappeared?" (19) de Deerhunter, Cate Le Bon se recluye durante un año en las montañas de Lake District y, mientras aprende a fabricar muebles artesanalmente en un curso de carpintería durante el día, le da forma en su cabaña cada noche al piano a “Reward”, su quinto y más intimista trabajo.
Diez composiciones sedosas y efervescentemente abstractas, donde los gritos y susurros celestiales de Cate Le Bon, con el espíritu de la Velvet, Nico y Bowie muy presentes, te atrapan como una brisa, jugueteando con guitarras, teclados, marimbas y un saxo que deja un adictivo rastro de azufre a lo largo de los surcos.
Del deslumbrante y preciosista art pop de “The light”, a la cadencia expansiva y reconfortante de "Home to You" y “Daylight matters”, con un “Love you, I love you, I love you, I love you / But you’re not here…” que no podrás sacarte de la cabeza, pasando por la martilleante "Mother's Mother's Magazines" o la hipnótica estridencia ganadora que te cala hasta los huesos en de "Magnificent gestures", con Kurt Vile uniéndose al estribillo. Aparte del cofundador y ex The War on Drugs, se unen y colaboran en el nuevo viaje de Cate Le Bon otros nombres ilustres, como Stella Mozgawa (Warpaint) a la batería y Josh Klinghoffer (Red Hot Chili Peppers) a la guitarra.
La songwriter, multinstrumentista y productora galesa, huyendo del estrés y abrazando la soledad, en un ejercicio de paciencia, diafanidad introspectiva y fantasía, abre en canal mente y corazón. Deja que la música y los sentimientos surjan y choquen entre sí, hallando tras el impacto su sitio en una suerte de puzzle extraño y cercano, como ese espejo que deforma la imagen, pero esconde en su interior el reflejo que busca y encuentra la esencia (cargada de miedos, desencantos y heridas) que compartimos. Todo bajo una continua ensoñación sonora que por momentos se torna pesadilla, tejida con sus cuerdas vocales, sintetizadores, teclados envolventes y vientos surrealistas.
El minimalismo inicial de “You don’t love me” descarrila suavemente en el misterio sonoro que late en la totalidad del álbum y que, tras el “Meet the Man” final sólo nos deja una salida: Recolocar la aguja y adentrarnos de nuevo en el enigma que Cate Le Bon ha tallado en la obra más compleja y sincera de su carrera.
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