Franck Hueso ha tenido una serie de grandes aciertos como artista a lo largo de estos últimos años. Podríamos decir que su acercamiento al río subterráneo pero siempre tan estruendoso como nostálgico del synthwave reimaginado desde la agresividad gamberra del electro y el heavy metal ha sido uno de ellos. También podríamos decir que sus elecciones audiovisuales, brindadas por sus colaboradores habituales Silver Strain y Seth Ickerman, han sido claves para cautivar a un amplio público –propio y ajeno a los sonidos ochenteros– dentro y fuera de los escenarios. Puede que, por supuesto, tenga que ver en ese éxito su colaboración en el popular videojuego indie “Hotline Miami 2: Wrong Number” (18), o sus giras con Ghost, o muy probablemente con el revivalismo aupado por “Drive” primero y por “Stranger Things” después. La verdad está, como siempre, justo en el medio de todo ello: Hueso, Carpenter Brut, ha sido y es el hombre adecuado en el momento adecuado. Su cauce de tendencias ha logrado equilibrar a la perfección el macarrismo con la retrofília y la accesibilidad.
Sin embargo hay equilibrios que son frágiles y, por primera vez en su trayectoria, Hueso parece haber encontrado un tope a su creatividad con este nuevo capítulo: la banda sonora de “Blood Machines” (19), filme independiente dirigido por el dúo directivo Ickerman cuya triunfal campaña de crowdfunding les ha llevado a ser un verdadero foco de atención en Francia. El proyecto, que verá la luz a través de Shudder en Reino Unido, Estados Unidos e Irlanda el próximo 21 de mayo, será la precuela del explosivo videoclip de “Turbo Killer” (16), recreándose en los ya habituales tópicos de ciencia-ficción que envuelven a la estética del tándem creativo.
La cuestión es que parece ser que el enfoque comercial escogido, en el que se enfatiza con tanto ahínco la participación de Carpenter Brut, juega en contra de las expectativas que se pudieran depositar en esta banda sonora. Enfrentándonos a su idiosincrasia sonora queda claro que su autor ha apartado sus habituales recursos para ponerse en manos del funcionalismo audiovisual. Este hecho puede ser más o menos comprensible cuando entendemos que un proyecto de esta envergadura se presta a pocos experimentos con gaseosa, por lo que el riesgo se minimiza y con ello las grandes virtudes de su sonido: sus habituales arremetidas electro quedan relegadas a los temas principales en la apertura y el cierre, dibujando un profundo y lacónico valle ambiental oscurecido y contorneado por las sombras de cierta tendencia metal y post en piezas como “Souls Wreck”, “Heart Ship” o “Bloody Kisses the Swift”, siendo esta la más exitosa en su intento de articular una progresión cohesionada. Simplificando los términos, su exceso de sobriedad entierra a la dimensión sonora en el nicho de lo genérico y complaciente, mezclando de forma poco sutil sintetizadores arpegiados con recursos cinematográficos algo manidos.
Las sonoridades deudoras de ese mítico hit del sci-fi “TRON: Legacy” (10) de Daft Punk encuentran una pequeña balsa de oxígeno en un, por otro lado, poderoso “Grand Final” que logra mostrarnos la faceta más monumental de Franck Hueso –no sin reservarse un interesante as en la manga: el cierre de “Gone Now” junto con Pencey Sloe, en el que se funde con gran elegancia el synthwave más agresivo de Carpenter Brut con las vertientes más doom del post-metal. Un pequeño regalo que logra que estas piezas sean algo más que un accesorio efectista a una nada modesta producción audiovisual.
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