Que levante la mano quien se halle en el umbral de sus treinta y sienta que su vida se ha convertido en una suerte de librojuego en el que cada decisión desentraña un conjunto de catastróficas desdichas y consecuencias inevitables. Sentimos informaros de que crecer era esto: una campaña de expedición sin manual de reglas en la que las jugadas que llevamos a cabo nunca son correctas o erradas del todo, sino actos de supervivencia con los que, simple y llanamente, vamos tirando. Con esta premisa, tan cercana a la autodestrucción como a la esperanza, regresan nuestros cuatro chavales favoritos para hacernos entrega de una maravillosa carta de amor-odio a la madurez titulada “Elige tu propia aventura”.
Acomodados en las profundidades de una alcantarilla, los cuatro integrantes de Carolina Durante parecen tratar de convencernos de que en el fondo del pozo no se está tan mal. O de que al menos es un lugar (mental y físico) al que uno puede llegar a acostumbrarse (“He vuelto al agujero del que te hablé, sigue todo igual de negro que la última vez”). Y es que, intencionadamente o no, las diferentes piezas que Diego, Martín, Juan y Mario han reunido para su tercer elepé son un puñado de dagas impregnadas de culpa e inconsciencia con las que lograrán que cualquier adulto emocionalmente torpe pueda sentirse identificado.
La confianza que les da saberse una de las bandas más representativas del nuevo rock independiente en España tras más de un lustro generando himnos de estadio a canto y pata les permite ahora abogar por una lírica más humana y áspera, sin dobleces y elevando su singular ironía a un nuevo grado de belleza brutalista y desoladora (“Ni bares, ni viajes, ni polvos, ni amigos / Joderse la vida es lo más divertido”). Cada canción es un crochet directo en la boca del estómago. Una purgante introspección con la que tratan de extirpar el mal a ocho manos. La amistad que les une, una vez más, es la viga maestra sobre la que se sustentan los más lacerantes diagnósticos (“Mis amigos suman más que mis demonios”).
Sin desprestigiar el recorrido que la banda ya traía puesto de casa, las ideas del cuarteto cobran aquí una sorprendente nueva vida gracias al brillante toque de Ali Chant en la producción, actor omnipresente y responsable del sonido de gran parte de los primeros espadas del post-punk de nueva era (Yard Act, Do Nothing, Dry Cleaning, Lime Garden y suma y sigue). Sin lugar a dudas, Chant es el suplemento vitamínico que el conjunto madrileño necesitaba para elevar a una nueva liga su propuesta y adecentar el terreno de juego en el que regodearse con sus mejores filigranas (desde los arreglos de cuerda y viento de “Elige tu propia aventura” y “Probablemente tengas razón” a su evidente noventerismo en esa "Monstruo" tan "C Is The Heavenly Option").
Poco importa no conocer del todo la naturaleza original de los relatos y circunstancias que alimentan estas trece loas al descalabro sentimental más íntimo. En boca de Carolina Durante, la miseria, la ilusión, el desafecto y el duelo se convierten en un código compartido para quienes no entendemos nada e improvisamos sobre la marcha. Todos estamos en el mismo barco: el del fantasma insuperable (“Verdes Césped”), el del arrepentimiento eterno (“Normal”, con una irreconocible Rosalía en los créditos), el del optimismo impostado (“Dios Plan”). Si vamos a enfrentarnos al siguiente tsunami, que sea al menos con ellos a bordo.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.