“Se Acabó La Broma”, nos cantaba hace unos meses Carlos Pereiro, facilitándonos no solo su primera canción en solitario y la promesa de un debut en larga duración con nombre propio, sino también una declaración de intenciones que hablaba por sí misma. Con descaro y ganas de lío, el que fuera líder y vocalista de los ya extintos Novedades Carminha rompía así ese silencio incómodo que se generó tras la inesperada y lamentada disolución de los mismos, confirmando nuestras sospechas de que a su cara principal le quedaban aún muchas cosas por decir.
Su artífice lo considera su particular experimento, un ensayo-error a tientas donde él mismo busca consolidar su nombre tras la dura transición del nosotros al yo, y de paso probar, entre diversos golpes, cuál es su mejor voz y tono. A pesar de este disclaimer, Carlangas no deja nada al azar, pues el resultado de su debut homónimo es una colección breve pero efectiva de todo lo que ha definido la calidad, el buen rollo y la diversidad sin prejuicios del estilo del artista compostelano en los últimos años. Desde esa sabrosura picantona con la que decide abrir el LP (“Se Acabó La Broma”), hasta su respuesta guitarrera e inmediata con “Regalao”, donde el garajeo guarro vuelve a salir a la luz después de tanto tiempo. Pero si en algún momento nos damos cuenta de que la cosa va en serio de verdad es en ese preciso instante en el que el imaginario de Carlangas y de sus apoderados acólitos muta entre fulgores anaranjados y nos lleva directamente a una tórrida escenografía que bien podría figurar en un disco de Khruangbin, suponiendo también el que muy probablemente sea el mejor tema que ha salido de su ya incuestionable talento (“Los Dineros”). Entre tropicalismos varios (“Cabeza Loca”), auto-tunes locos (“Que Si Quiero o Que Si Tengo”) y hasta rémoras de hip-hop de la vieja escuela (“O Día Que Volvín Nacer”), el viaje queda de lo más redondo, y nos confirma la vida útil del disco, más allá de sus respectivos adelantos.
De soslayo hablábamos de huéspedes inesperados, y es que a pesar de tratarse de un disco en solitario, el bueno de Carlangas no está precisamente solo en esto. El gallego, convertido en un Nick Furia de las Rias Baixas, se las apaña para reclutar bajo el mismo techo a lo mejorcito del underground patrio actual. Que si un poquito del sur (BRONQUIO, Vera Fauna, DELLAFUENTE, La Trinidad), que si otro poquito de barrer para casa (Ortiga, Bifannah, Mundo Prestigio, Grande Amore), y por si fuera poco, la guinda la coloca con el que él mismo considera el mayor hito de su carrera: una colaboración sembrada entre vínculos postales y epistolares con nada menos que Manu Chao (“Cae La Noche”). Con semejantes ingredientes, la receta no puede salir insípida ni queriendo.
Con ello, el álbum no adquiere los tintes propios de una sucesión de colabos forzadas e impostadas, sino el toque natural de quien se deja fluir entre colegas, sofás y birras en pleno mañaneo, conectando desde la naturalidad y la buena vibra con esas voces, arreglos y palmas invitadas. Al interrogante de si Carlangas logra equipararse en este particular flying solo al nivel alcanzado por Novedades en sus últimos coletazos, donde prácticamente cada una de sus entregas eran hits asegurados, respondemos un sí con asterisco, pues la intención es de diez y su espíritu contagioso promete darnos muy buenos ratos en directo este año, pero hay algo en esta primera aproximación que irremediablemente nos hace ilusionarnos al pensar en lo que éste será capaz de seguir ofreciéndonos próximamente, una vez pula su proyecto más personal. Esto no ha hecho más que empezar.
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