Partiendo de la premisa de que un servidor (sin justificación sólida que valga) cuando oye unas buenas cuerdas en un tema ya le tienen el corazón robado, la decisión de los madrileños de empaquetar su cuarto álbum con la Orquesta Sinfónica de Bulgaria lo toma como un aplaudible valor añadido. Ciertamente, las letras de Ellos han ido perdiendo progresivamente sus dosis de humor cotidiano y se instalan en ese bucle del ‘ya lo había oído antes’. Pero aquí cuenta otra cosa: el gancho que cualquier canción pop debe tener a la primera escucha. De eso, “Cardiopatía severa”, va más que servido. “Hasta el final” (los búlgaros aquí estaban inspirados), “Justicia cósmica”, “Cerca” o “Mientes” (donde Jota de Los Planetas, por fin, suena alto y claro) cumplen sobradamente con ese cometido de acrecentar los himnos instantáneos que Guille Mostaza y Santi Capote nos han ido ofreciendo durante esta década. Tras el patrón más rockero de “Qué fue de ellos”, el dúo vuelve a ver la luz pese a piezas menormente inspiradas como “Pobre caimán” o ese “Cumpleaños feliz” que no nos hará renunciar a Parchís en las efemérides parranderas. Han sufrido la gota gorda a la hora de tirar adelante el álbum (resulta de obligada lectura el post “Penurias, zancadillas y vicisitudes varias”, en el blog de Guille Mostaza), aunque deben estar finalmente satisfechos con el resultado tras las putadas que el destino les dedicó.
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