El debut homónimo de Captains suena feroz, potente, rabioso, intenso, despiadado. Suena a muchos apelativos, pero ninguno de ellos sinónimo de debut. Al fin y al cabo, pese a llevar apenas dos años tocando juntos, ninguno de sus miembros son precisamente novatos. Desde que llegó a nuestro país en 2009, la cantante alemana Fee Reega ha publicado cinco EPs y dos LPs en solitario y el productor David Baldo, el otro pilar de la banda, lleva años agitando la escena local madrileña desde sus estudios Sound Division (Los Wallas, Mihassan, León Benavente, Hinds, Papaya, White Bats…). Juntos han creado un proyecto autónomo, cuya consistencia y visión artística no se correlaciona en absoluto con el tiempo que llevan tocando juntos.
El post-punk podría ser el punto de referencia sónico más evidente, pero no el único. Si las bandas de indie rock suelen mirase en el género principalmente por cuestiones de ritmo, Captains lo hacen más bien por sus postulados estéticos y su oscuridad temática. Pero nada hay de revivalista en su propuesta. A lo largo de estos 10 temas, Captains muestran una amplia gama de referentes, con elaborados efectos de guitarra que recuerdan al mejor shoegaze y una sección rítmica que es puro krautrock.
El disco comienza con un aviso a navegantes: “I’m Your Ship”. Un susurro que nos invita a embarcarnos en un distópico y arriesgado viaje (“navegate me”). Rodeada por un cristalino eco de sintetizador, la voz de Reega resulta tan extraña como seductora. Es sólo una advertencia. “Heavy Metal Works”, es una intensa sacudida paranoica perfectamente sincronizada sobre densas plumas de distorsión. Podría ser el canto desperado de una espacio industrial que alguna vez albergó raves y exposiciones de arte. La referencia no es baladí. Hay algo profundamente visual en la música de Captains que se refleja también en los textos (principalmente en inglés, pero también en español -“Gracias por dejarme”- y alemán - “Shwarzes Wasser”-).
Como letrista, Fee asegura estar inspirada en “paisajes extraños” que expresan una necesidad de cambio y libertad que deriva en atracción sensual hacia aquello que promete esa liberación: vehículos, riesgo, nuevos amantes. Las canciones parecen vivir en los estados mentales de sus protagonistas. Y obligan al oyente a hacer lo mismo.
En los más frenéticos, como “Noisy”, Captains explotan esa fantasia de escape como un constante y penetrante tic-tac, entre la tensión y la liberación. Una dicotomía que permite que la contribución de cada miembro del cuarteto arda con igual intensidad. Oscar SD golpea sus baquetas y bombo como una bolsa de boxeo; las cuerdas de bajo de Aaron Dall resuenan como un tendón palpitante, la guitarra de Baldo corta como una motosierra y los chillidos de batalla sioux (sic) de Fee estallan como si estuviera crujiendo sus propios huesos.
Si la sección rítmica toma el timón en los temas más potentes, en los medios tiempos la guitarra brilla con especial intensidad. “Touch Me, I’m Driving” o “Car Thief” están bañados en todo tipo de efectos de pedal (mucho fanger) que nos transportan al synth-pop ochentero más truculento. Una atmósfera perfecta para los temas oscuros y sensuales que la banda explora y que recuerda a las películas de David Lynch (un cineasta que también está muy presente) especialmente en el tramo final con “How He Disappears” y, sobretodo, la delicada “Twisted”. El cierre del disco, donde la viola de Sara Muñiz acompaña la intencionada languidez de Fee es una suerte de chansón gótica que hace las veces de glorioso epilogo.
En definitiva, un álbum que practica lo que predica, trasmitiendo su mensaje directamente a través de la fuerza primaria de sus canciones. Muy cerca del sonido que imaginé al leer la novela “Wonderland” de Stacey D'Erasmo de 2014, cuya protagonista dice que su disco más querido "sonaba simultáneamente como un vestido que se desliza sobre un hombro desnudo y una chica que cae en un pozo".
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.