Pocas veces esa recurrente imagen de la música como un viaje hacia parajes impredecibles y maravillosos se ajusta tanto a la realidad como en el caso de Cécile Schott, Colleen. La francesa residente en San Sebastián (y qué poco la quiere su país de acogida, maldita sea…) emprendió en 2013 con “The Weighing Of the Heart” y tras un parón de seis años un nuevo rumbo en el que abría su cálida interpretación del minimalismo a nuevas influencias: África, el dub y un concepto de canción menos hermético, atreviéndose por primera vez a cantar. Ahora sabemos que aquella joya que pasó bastante inadvertida al publicarse con un pequeño sello como Second Language era sólo un aperitivo de lo que estaba por llegar.
“Captain Of None” es un gran álbum, posiblemente el más impactante que Colleen haya firmado desde que debutase con aquella elegía a su hermano muerto que era “Everyone Alive Wants Answers”. Apenas queda rastro de la técnica copypaste que utilizaba entonces, aunque como ha ocurrido prácticamente en toda su discografía aquí las canciones también se elevan a partir de juguetonas estructuras circulares. Igualmente con la viola de gamba como instrumento central y la melódica tomándonos de la mano para conducirnos a otro nivel de ensoñación del que nos tiene acostumbrados: “Captain Of None” es hasta la fecha y sin ningún lugar a dudas el disco más luminoso y optimista de su carrera. Un disco que apenas cuenta con referentes válidos a los que medirse hoy, pero que perfectamente podría haber publicado el mítico Rough Trade de principios de los ochenta, cuando Raincoats, Virginia Astley, The Slits o Young Marble Giants jugaban a deconstruir el pop occidental desde el prisma de otras tradiciones musicales.
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