La gran baza con la que cuenta la música popular es precisamente su capacidad para acomodar entorno a su identidad elementos dispares y en principio llamados a ser antitéticos. Lo místico y lo profano; melodía y ruido; lo culto y lo mundano, orillas opuestas que sin embargo son invitadas a compartir un único cuerpo que, en definitiva, logra ocupar el espacio que separa tierra y cielo. Características que han definido desde un inicio la singladura de la banda Capsula, un cuarto de siglo de historia construida alrededor de una discografía a la que resulta imposible no alabar en su determinación por quedar constituida entorno a un punto de encuentro entre el garage, el punk o la psicodelia. Ingredientes convocados en un cónclave de personal naturaleza pero siempre dispuestos de manera original en cada uno de sus trabajos. Su última referencia, “Primitivo astral”, de explícito título en cuanto a su condición, es otro embriagador viaje de intensa ensoñación que se enuncia en lo que parece resultar un retorno a su escenificación más orgánica y directa, recurriendo al (hard) rock concebido en los años setenta, piedra angular para un sonido vigoroso y eléctrico brotado de sueños lisérgicos.
Grabado como anteriores álbumes en su propio estudio, Silver Recordings, Coni, Martín y el ya consolidado como tercer pie de la formación, Álvaro Olaetxea, a la batería, arengan a sus impulsos más primigenios con el fin de convocarnos como acompañantes de una intensa ruta que encuentra su verdadero sentido en el propio trayecto en sí. Frente a la inexistencia, o desaparición, de verdades universales, la imaginación se comporta como el lenguaje premonitorio para descifrar la realidad. Una exposición que dirige su verbo de manera alícuota entre el castellano y el inglés, que más allá de la evidente diferenciación idiomática supone una diversidad en cuanto a modelos de pensamiento a la hora de de desplegar los paisajes que otear en esta travesía.
Que estamos ante un disco, si es que alguno facturado por el trío vasco-argentino no lo es, que hace de los mastodónticos riffs su eje vertebrador queda claro desde una inicial “Rayo oscuro”, que hace de sus envites guitarreros un ejercicio recio, y regio, tutelado por los mismísimos Black Sabbath. Una inauguración convertida en una carta de presentación lanzada con fuerza sobre la mesa, un gesto aconsejable para álbumes que buscan en su energía una de sus fuentes primordiales de alimentación. Del mismo modo las despedidas, llamadas a dejar el último aliento y tender una invitación a regresar sobre nuestros pasos, igualmente se significa como una exhibición de músculo que tiene en su antepenúltima escala, “Hacia el sur”, hogar también de una apabullante batería, otra incitación al hard rock más contundente y que funciona como antesala para que “Arrow”, interpretada por Coni, quien ratifica su aptitud para desenvolverse especialmente bien en imponentes piezas psicodélicas, clausure el repertorio con una invocación a sentir más vivo que nunca el álbum.
Una vez delimitado el perímetro de este trabajo, su contenido sirve para engordar y ensanchar sus cualidades, entre las que se halla por encima de todo la necesidad de erguirse con contundencia. Una rocosa figura que solo tiene dos excepciones, y es que si “Estrellas dobles”, situada estratégicamente en mitad del recorrido, es formalmente una clara desaceleración, lo que no le resta fortaleza, que cede el paso a instantes de de épica acústica, “Spelling Love” lo es especialmente en su propio concepto. Frente a un tono generalizado que se desenvuelve entre evocaciones tendentes al clima turbio, dicha composición interrumpe ese sombrío escenario encumbrando al amor como casi exclusiva brújula que impedirá acabar tutelados por las pesadillas. Rayos de sol emocional que serán acorralados desde diferentes frentes, ya sea por parte de “Automatical Soul”, agraciada con uno de esos estribillos onomatopéyicos pasto del disfrute colectivo brotado desde una atmósfera propio de Nebula, o a través de la inmersión en el terreno del garage, recogiendo y agitando convenientemente el legado ofrecido en aquellos recopilatorios bajo el título de Nuggets, por medio de “Premonición”. Instigadores de pulsiones rabiosas que tienen su culminación en la afilada dentellada provista por el remolino que genera “La luz azul”, materialización del punk de los Stooges, o en una “Go to the Desert” que sería el vástago preferido concebido entre MC5, Kyuss y Jimi Hendrix.
Capsula consigue en su actual trabajo batir de nuevo sus alas tomando el impulso de sus inicios pero asimilando y acumulando todo lo aprendido en un bagaje dilatado y exitoso. Gracias a ese doble plano, sus diez temas logran ejercer de huracanada bitácora que señala hacia un mundo que se siente estremecer incluso cuando se anuncia bajo el idioma de los sueños. El trío vasco-argentino hace entonar con tanta rotundidad su tratado musical que la agitación generada sobre el piso es capaz de derribar esas puertas de nuestra percepción condenadas a estar solamente entornadas.
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