Pasarela

Lo que se deja reposar siempre sabe mejor. Çantamarta, que han tardado tres años en lanzar “Pasarela” —su álbum debut—, lo saben bien. Tras cinco años sacando sencillos y con un EP en el mercado, la banda se ha atrevido a estrenar el primer largo de su carrera desde el lugar romántico de quien solo se atreve a crear un disco cuando todo cobra su debido sentido.

“Pasarela” es un álbum lleno de matices cuidados hasta el extremo. Las canciones esconden un cóctel extraño de estilos y sonidos que, en principio, no deberían sonar juntos, pero que crean melodías exquisitas. Con los ritmos caribeños como base, Çantamarta incorporan muchos elementos de lo electrónico y lo flamenco en un trabajo arriesgado, pero muy eficaz. Tambores dignos de una procesión andaluza, rapeos de la Venezuela más urbana o cánticos indígenas convierten a este “Pasarela” en un álbum inclasificable. Un viaje musical que busca representar los cambios de ritmo de un concierto: el disco avanza bañado en la inocencia hasta “Angelito”, cuando la tragedia lo frena para las canciones tomen un matiz mucho más amargo.

En el disco es, además, transversal la experiencia del migrante, a través de la cual los chicos de Çantamarta –un colombiano/venezolano y dos andaluces–resignifican muchos elementos de lo latino y de lo urbano, con una gran importancia de la espiritualidad irreverente propia de las comunidades afro. Así, hablan del amor, del dolor y del cambio siempre desde una posición esperanzadora, con melodías enérgicas que acompañan a letras más bien amargas. Unas letras siempre unidas y coherentes entre sí que abordan la individualidad de los tres integrantes de la banda y la de sus historias, pero que es fácilmente extrapolable a cualquiera que se atreva a darles una oportunidad.

En definitiva, “Pasarela” es un álbum de diez canciones que dejan con ganas de más. La variedad de sus ritmos y melodías y el disruptivo freno a mitad del disco convierten en imposible la posibilidad de cansarse de él. Çantamarta han conseguido un primer trabajo macerado y muy bien conseguido, con el sentido que solo la espera puede conceder a un proyecto de este calibre.