Todavía recuerdo el escalofrío que, con la primera escucha de “El ángel Simón” recorrió mi espinazo. Todavía disfruto del respeto, admiración y silencio sepulcral que acompañó la primera actuación de Nacho Vegas en Zaragoza. La aparición en escena de aquel fugado Manta Ray organizaba tremendo y necesario revuelo en el indie patrio, llegando incluso a abducir a todo un Bunbury y a toda una Rosenvinge. Quién ganó de veras con aquellas reuniones es otra historia. Y que aquella fórmula inicial haya ido perdiendo efectividad para el que firma no ha de significar sino que poco a poco dejé de creerme muchas de las historias del asturiano. Lo que recoge este doble disco recopilatorio son veintitrés piezas, algunas de ellas parte de lo mejor que nos ha regalado durante estos años, diseccionando todos sus trabajos y aireando joyas del tamaño de “Seronda”, “El ángel Simón”, “La plaza de la Soledá”, “En la sed mortal”, “El hombre que casi conoció a Michi Panero” o “Días extraños”. Como mínimo, una pieza indispensable para coleccionistas, pero para hacer justicia diría que es más que eso, es parte de la historia musical del estado.
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