Un lugar donde se alojan terraplanistas, el perro Beethoven y un loro del Madrid. Se llama "Gran Hostal" (Ernie Records, 2024) y, además de ser el nuevo disco de Camellos, es la demostración de que este negocio al borde del hundimiento solo podría ser regentado por ellos y nadie más.
Qué disco si no nos recibiría al ritmo bruto de un atraco (“El Pincho”). El grupo afincado en la capital da en el clavo desde el minuto uno a base de guitarrazo limpio, ingenio aplastante y un delirio que no decae durante 11 canciones.
Estos cinco chicos tienen un máster en crear personajes. Si “Ejecutivo Estresado” era el puching-ball de su primer disco, “Embajadores” (Limbo Starr, 17), el jefe de la entreplanta es quien manda en este cuarto trabajo. “Juan in the Middle” (“lo hace muy bien, siempre consigue que otro trabaje por él”) se lleva el premio a tema revelación. Ironía con trasfondo, un escozor morboso y precisión al bajo. Algo parecido ocurre en la pegajosísima colaboración con Biznaga, “Combustión”… El sonido Camellos existe y definitivamente está aquí alojado.
"Gran Hostal" no va a cambiar tu visión de la formación – tampoco lo pretende – ni trata de romper con nada (más que con las 51 provincias en “Rompiendo España”), pero consigue que Camellos se convierta en tu grupo de confianza. ¿Que quieres darte cabezazos contra la pared de tu piso alquilado? Ahí están con su “1900”, junto a Repion. ¿Que te da un arrebato de exaltación de la amistad? Camellos te regala “Candorro” (una expresión manchega de ternura), con Perro: un juego interesante, un poco más intenso de lo normal para la banda, que alcanza el equilibrio perfecto entre cariño y sarcasmo.
En "Gran Hostal" te dicen “Ponte incómodo” al entrar, y no hay nada de malo en ello. Tampoco hay orden ni concierto, pero consiguen que den ganas de pasar la noche allí.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.