Fuera rutinas y aburridas escalas de grises, como canta otro compadre (Chico Ocaña de Los Mártires del Compás), “Colores, dame colores,/para pintar las cosas,/ aunque ninguno iguales, el de tus ojos y el de tu cânne”. Elegimos “La vía en rosa”, la senda de resplandeciente oscuridad lisérgica que abren Califato 3/4 con “La contraçeña”, dándole una patadita flamenca a la luna y tornándola bola de espejos psicodélica, reflectando multicolor a ritmo de lust for life por sevillanas, rave rumbera, guajira o seguiriya, en un segundo asalto ganador en el que resucitan al quinto día. Tras su exitoso disco debut “Puerta de la Cânne” (19), vuelven igual de reivindicativos y combativos, con la misma guasa y con un extra de energía y fiesta andalusí en vena. Menos sampleados y más auténticos.
Si uno de los primeros petardazos de su anterior largo fue el “Crîtto de lâ nabahâ”, con ese olor a incienso, azahar y cornetas bajo palios sevillanos, centrifugado a base de breakbeat noventero, el despegue de “La contraçeña” lo dieron siguiendo esa estela de pre viacrucis con la “Çambra der Huebê Çanto”, single que arranca también a ritmo de marcha de penitencia, mostrando las costuras “enmorecías” de Andalucía, las raíces cristianas, moras y judías, en una especie de cruce alienígena marca de la casa entre zambra y hardcore-rap de los noventa. Pieza que esta vez no lleva marcha sampleada, sino que la componen para la ocasión, rodeándose de trompeta y cornetas reales, y añadiéndole un regusto western impagable con la aparición estelar del mítico Kurt Savoy, el silbido más nuestro y emblemático de la historia del cine.
Y de una zambra mora, pasamos a la nave del misterio por fandango espectral, con esa genialidad surrealista y cañí del segundo adelanto, “Fandangô de Carmen Porter”, una historia de amor paranormal a fuego lento, con una letra que es pura fantasía: “No quiero entrar en mi casa,/veo tu cara en la pared,/porque aunque tú ya te fuiste,/tú presencia no se fue…”. Todo flotando en una hechizante bruma espacial de dreampop, shoegaze y psicofonías, con el omnipresente violín y coros de Araceli Morales.
Con la “La bía en roÇa” (tercer sencillo) llega el tema más rompe pistas del lote, en el que, en medio de una nevada de “polvitos rosas”, Édith Piaf baila sobre su tumba a ritmo de rave… Un carpe diem sin arrepentimientos, con el Lorca y el Morente más lisérgico entre líneas. Pero antes empezamos con una intro en pie de guerra, “Indiô del Çûr”, dinamita perfecta para encender la mecha de los nuevos directos. Sigue “Canelita en rama”, con atmósfera creciente de electrónica con regusto a Mogwai y ecos a “Camino de Aghmat”, empapada de cantes y cuerdas arabescas bajo una lluvia sintetizada y cajas de ritmo que aceleran el pulso… Y de repente, ¡boom! Quiebro total con una “Te quiero y lo Çabê” que pide verbena, feria o velada de barrio a gritos. Pura energía y buen rollismo en la que el quinteto funde genialidad y locura en un parpadeo, nutriéndose de la negritud magnética del “I Love You, I Know” de Psychic TV para desembocar en el tecno pop noventero de Ray que rumbearon y popularizaron Los Sobraos. Esto, cuando se pueda, se va a bailar en toda fiesta, hasta el infinito y más allá.
La cosa se pone “seria” y se entremezclan cantes jondos por seguiriyas y tonás, fundiendo quejío de bronce añejo y auténtico con auto-tune, sintes y guitarras, con el bajo de Arispont y el bazuki de Mangu como invitados estelares, brillando hasta cegarnos, y con la voz salvaje y genuina de Andrés de Jerez al mando. “Er carrito de lô muertô”, pista top del disco y de cabeza a la lista de las mejores piezas de electrónica/flamenca de la última década.
Cambio de registro y las colaboraciones sigue brillando en “Tó ba a Çalih bien mamá”, con Queralt Lahoz en el ojo de un huracán de hip-hop aflamencao que se antoja otro hit, con riff grunge incluido de inicio que serpentea y rompe por palmas a son de tangos.
¿Quién no ha salido corriendo, de pequeño, detrás de “Er camión de lô elàô”? Soniquete a ritmo de vals rebelde y borracho (con The Clash sobrevolando) que parece teletransportarnos a un carrusel que gira y gira en la sevillana calle del Infierno en pleno abril, con el Penumbra in da house, más lúcido que veinte Juntas de Andalucía. Y de la calle de “los cacharritos”, a las casetas, seguimos de feria y nos arrancamos por sevillanas morfínica y desordenada en “Pascual Márquez 33”, con una cadencia hipnótica que rompe en rave por momentos. La diversión continúa en la recta final con otra letra made in Califato, por cantes de ida y vuelta, sones cubanos y Guajira cañí, rezumando costumbrismo veraniego y picaresca andaluza de la buena. Con las voces indispensables de Roxana Pappalardo y María José Luna como protagonistas. Y con aires arábigos y cánticos combativos llega “Camelamô naquerâh”, grito flamenco (rapeado para la ocasión) de reivindicación de la cultura y dignidad gitana. Un “queremos hablar” en el que Chaparro canta en Andalusí, acompañado a la perfección por la voz siria invitada de Ebla.
Con el “Ecô der dormío” y Esteban en un estado cercano al “nirvana”, termina este sobresaliente “La contraçeña”, en el que el quinteto alcanza velocidad de crucero y, aparcando un poco los ordenadores y dándole más protagonismo a los instrumentos y voces, consigue el híbrido perfecto entre electrónica y banda que buscaban.
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