Mi abuela Antonia nació en Arcos de la Frontera, Cádiz, en 1933. Era una mujer muy alegre y divertida para los estándares de la época. Mis primos la llamaban “Abuela que se ríe”; y, cuando nos cruzamos paseando por el pueblo a alguien que la conoció, siempre apuntan que era una mujer bromista y risueña. Se le aguó un poco el humor cuando se tuvo que ir a vivir a Madrid con mi abuelo; echaba de menos a sus padres, sus hermanas y a su tierra. Las distancias en 1960 eran mucho mayores que ahora. Recuerdo a mi abuela riéndose, sí, pero también la recuerdo muy a menudo cantando coplas o tarareando melodías entre dientes, como si en lugar de a una flauta que imita el sonido de un pájaro, su forma de recordar las canciones fuera con otro y nuevo insturmento, propio, más parecido a un sintetizador que a cualquier instrumento de madera y metal.
Y es que mi abuela (yo la llamaba Ta) era una mujer rebelde y peleona, que además de enseñarme a guisar lentejas, papas con choco o puchero, me enseñó que es mejor vivir a nuestra manera que agachar la cabeza con lo que no estamos de acuerdo. Aunque naciera en 1933, mi abuela era ya una de las habitantes (qué digo, ¡una nativa!) de la Nueva Andalucía que Califato 3/4 han declarado con su nuevo álbum, ’ÊCCLABÔ DE LIBERTÁ’, un título que también le hace justicia a esa mujer que silbaba entre dientes como con un sinte, porque hay actitudes y espíritus que ni siquiera unas convenciones que ataban muy en corto a la mujer pudieron doblegar.
Me he acordado mucho de mi abuela escuchando lo nuevo de Califato 3/4. Y no solo por ese cierre mayestático de álbum que es ‘ÇILENÇIO’, donde firman un alegato por “Todas las mujeres que no están” y “por nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras hijas y nuestras nietas”, junto a la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de las Tres Caídas, sino porque ‘ÊCCLABÔ DE LIBERTÁ’ es un trabajo rebelde y dulce al mismo tiempo; tradicional y experimental; auténtico y cálido. Todo lo que se plasma en él está hecho desde el cariño por la música y por las raíces de una Andalucía que ha sufrido durante mucho tiempo el letargo inducido por los que la desprecian para poder aprovecharse de ella. Una tierra que es sinónimo de arte y de cultura, así como de amor y pasión. El recorrido que nos sugiere Califato 3/4 en ‘ÊCCLABÔ DE LIBERTÁ’ es al mismo tiempo el de indagar en la herencia recibida de la Andalucía mítica: el cante, las cornetas y tambores, la berza…, mientras, al mismo tiempo, reivindica la apertura a la nueva realidad, a la Nueva Andalucía, cuyo himno podría componerse sobre un ritmo de breakbeat y hablar sobre tomates, Dios y estupefacientes.
Califato 3/4 funcionan a pesar de la renovación de la banda, y han sabido dar cabida a nuevas voces y nuevas sensibilidades, tanto dentro de la formación califa en sí, como en las colaboraciones externas. Contar con dos extremos del universo musical andaluz tan imprescindibles como lejanos en el tiempo como son Lole Montoya y La Plazuela en dos canciones únicas (solo las podría hacer Califato) como son ‘LIBRE ÇOY’ y ‘PINTORA’, es un auténtico lujo que refuerza el papel de la banda como un hilo conductor entre generaciones, estilos y sensibilidades andaluzas y globales.
A pesar de que el proyecto de Califato 3/4 es por definición salvajemente libre, y prefiera la autenticidad de a la perfección, (el tema con No Me Pises Que Llevo Chanclas o ‘VAMPIRO GÜENO’ son ejemplos de esa suerte) no hay muchos baches en un trabajo emotivo y emocionante. Un punto aparte merecen las piezas en las que Califato 3/4 actúa en solitario. Me ha conmovido especialmente ‘TÛ CADENÂ’ y la canción que da nombre al trabajo. En ellas reside esa dulzura que comentábamos al inicio y sin la que es imposible entender tanto este proyecto como el alma de la tierra sureña por excelencia.
‘ÊCCLABÔ DE LIBERTÁ’, que vio la luz el 29 de febrero, autoproclamado día de la Nueva Andalucía (la Andalucía habitual se celebra el 28) es un álbum vivo que reúne a su alrededor una cantidad de talento abrumador, que Califato sabe hilvanar con cuidado y mimo, sin anquilosarse por el camino. No es un museo, es un día de feria. Estoy convencido de que si mi abuela hubiera nacido cincuenta años más tarde, si todavía no fuera abuela y fuera joven bailaría en las raves después de haberse arreglado escuchando marchas de Semana Santa, tarantos espirituales en la voz de Lole Montoya y de haberse comido un plato de berza. Estoy seguro de que si mi abuela viviera, silbaría entre dientes, mientras va de un sitio a otro, con un sintetizador entre los labios, muchas de las canciones de Califato 3/4.
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