Espejismos
DiscosCalavera

Espejismos

8 / 10
Raúl Julián — 10-04-2021
Empresa — Lago / Cráter / TBC
Género — Pop

Afortunadamente, la escena nacional también sigue albergando ciertas bandas que vuelcan toda su sensibilidad –esa tácita, creíble y honesta– en concretar un tipo de creatividad que parece inquebrantable. Calavera llevan tiempo blandiendo valores, en una aventura que surgió de las cenizas de Limnopolar (formación bien recordada en Zaragoza) y que ya había dejado a su paso un álbum notable como ‘Exposición’ (Mont Ventoux, 17) y varios EP’s igual de valiosos. A lo largo de la travesía, la formación aragonesa ha ido mutando en sus componentes, hasta convertirse en ese proyecto casi unipersonal que en la actualidad dirige Álex Ortega.

Lo que permanece inalterable tras siete años de andadura es la capacidad emotiva latente en las canciones de Calavera, en un trazado que, siguiendo su curso natural, parece consolidarse en la presente entrega. Cocinado a fuego lento y con el mimo habitual, ‘Espejismos’ (21) supone la confirmación definitiva de una aventura dotada con personalidad, en la que un pop con querencia electrónica y pespunte especial forma una unidad indivisible junto a esas valiosas historias que son las canciones. La narrativa manejada por Ortega significa, precisamente, un argumento en sí mismo, con escenas más o menos cotidianas o de ruptura emocional trazadas con acierto y precisión. Unas postales con amplia presencia de teclados y sintetizadores, en las que no es difícil encontrar reflejo empático. Sucede con los irresistibles sencillos “Sayonara” y “Secretos”, pero también en la preciosa “No te das cuenta” y a través de una “Malas hierbas” que relata con avidez aquel alivio derivado de dejar atrás la relaciona tóxica de turno. Por su parte, la colaboración de Eva Amaral en “Ámbar” se traduce en irresistible dueto, y “Espiral” sirve como acertado cierre que confirma sensaciones.

Con referencias a Wild Nothing, Perfume Genius, Lambchop, Sufjan Stevens o Wild Beast, ‘Espejismos’ (21) es una obra que destila romanticismo y un cariño palpable, rematada (y homogeneizada) por Javi Carasueño (otrora vocalista de los nunca suficientemente reivindicados Big City). Ocho canciones que resultan suficientes para certificar –por diferentes motivos– el valor de Calavera en los tiempos que corren. Por tratarse de un grupo siempre elegante, ajeno a modas pasajeras y poseedor de activos atemporales. Pero también porque Álex Ortega se impone como autor perceptivo y certero a la hora de plasmar, con emoción y en trazos sonoros de cuatro minutos, escenas tan delicadas como en realidad intensas.

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