El título del noveno disco de Doug Martsch, alma máter de Built To Spill, da pistas sobre su tono melancólico y un poco rebajado respecto a esa intsensidad que nos es tan familiar, deudora del poder arrollador de la escuela Crazy Horse.
Cierto que el cambio de formación, de quinteto a trío y también de sello -de Warner a Sub Pop- en estos siete años transcurridos desde su anterior trabajo (sin contar el de versiones de Daniel Johnston) no se refleja en un giro significativo en el intrincado y personal sonido, más allá de matices. Tampoco hace falta. Más importante es que el conjunto del álbum, grabado entre Estados Unidos y Brasil con dos músicos de aquel país, no alcanza las cotas de intensidad pasadas. Es normal: son ya tres décadas al pie del cañón, y el listón está por las nubes.
Eso no quiere decir que no haya momentos muy disfrutables para fans convencidos y neófitos, con esas guitarras crepitantes marca de la casa, melodías vocales majestuosas y la intensidad emocional que Doug le pone a casi todo lo que hace. Los magníficos singles “Gonna Lose” y “Fool´s Gold” están entre lo mejor, aunque el compositor no tenga reparos a estas alturas en copiarse a sí mismo.
“Understood”, con su pandereta y guitarras arpegiadas, es la esencia del abigarrado universo Built To Spill: rock recio con un regusto psicodélico y melodías sinuosas. “Elements” lleva la languidez melódica a un nuevo nivel con sus preciosos solos encadenados de teclados y guitarra. En “Spiderweb” nuestro hombre vuelve a reivindicarse como imponente y expresivo guitarrista. Pero la ligera y juguetona “Rocksteady” se queda un poco desinflada, como el final de la segunda cara: de hecho, la épica guitarrera familiar de “Comes A Day” cuando parece que va a explotar recula, dando la impresión de que esta vez Doug y compañía han optado una contención que se me hace un poco extraña. Podemos zanjar el caso hablando de un estupendo disco menor del barbudo geniecillo de Boise.
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