British Sea Power pertenecen a esa tipo de grupo situado por defecto (e inercia) en un particular espacio del subconsciente. Una ubicación que, concretamente, señala a bandas más bien obviadas durante el periodo de tiempo que va desde la publicación de un disco al siguiente. Pero resulta que, al mismo tiempo, la formación en cuestión mantiene intacto aquel poder persuasorio que se activa en el preciso momento en que se degusta nuevo material con su firma. Es entonces cuando se recuerda con alegría e indiscriminada satisfacción lo mucho que convencen sus canciones, y también el tino con el que los autores manejan personalidad creativa.
El sexteto de Cumbria ha resultado de lo más fiable desde sus inicios -con un debut tan atractivo como fue “The Decline of British Sea Power” (Rough Trade, 03)-, ya sea a través de trabajados discos conceptuales, sólidas entregas al uso, o incluso bandas sonoras. La solvencia vuelve a ser una de las cualidades de su nuevo álbum, con los británicos completando una obra variada en formas y coherente en el nivel de sus contenidos. Un abanico que abarca diferentes facturas de indie pop-rock de ribetes épicos y alma post-punk, y se extiende desde singles evidentes y pegadizos como “Bad Bohemiam”, “Saint Jerome”, “International Space Station” o esa maravilla deudora de New Order que es “What You're Doing”. También destaca la casi bailable “Keep On Trying (Sechs Freunde)”, el dream-pop a lo Mercury Rev de “Want To Be Free” y la delicada “Alone Piano” como cierre.
Quizá el combo debería haber rematado la jugada descartando alguna de las pocas piezas más prescindibles del lote, para concretar la referencia y dejar de este modo la selección en el siempre agradecido y redondo decálogo. Pero "Let The Dancers Inherit The Party" (Golden Chariot, 17) es, en cualquier caso, un disco mayúsculo que no duda a la hora de virar (con lógica) en diferentes direcciones para enriquecer al conjunto. Otro más de ese grupo que, desde una segunda línea de popularidad, seguramente seguirá lanzando pequeñas joyas con la periodicidad habitual, para recordarnos que siguen ahí, igual de íntegros e inspirados que de costumbre.
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