Hay algo en este disco de Would-Be-Goods que me trajo recuerdos desde el mismo momento de escucharlo. Me lo calcé como una zapatilla cómoda y me pareció que lo había llevado puesto toda la vida. Pero, ¿por qué? Pensé que podían ser las historias que cuentan en las canciones, tan románticas y soñadoras.
O tal vez podían ser las mismas canciones, con su aire tan clásico. O el exotismo de colocarte una gotita de chovinismo británico por aquí, una caricia francesa por allá, y un forget-me-not dedicado a España. Aunque también podía ser la calidez contenida de Jessica Griffin. O esa manera de resolver cualquier contingencia con una formación tradicional de pop. No sé, no acababa de dar con el encanto de “Brief Lives”. Me parecía un disco demasiado modesto, sin aspavientos, casi como ofendido por sonar cuando se le da al play. Y de pronto me he acordado. Porque me sentí igual hace quince años cuando descubría los discos de Go-Betweens, Martín Stephenson o después Sundays. Todos tenían el discreto encanto de cuando el indie era indie. Como este disco. Y si encima es una de las primeras noticias de la nueva distribuidora, Canciones Huérfanas, mejor que mejor.
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