Aunque soy de los que defiende a ultranza la genialidad de Jack White, también hago lo propio con la de Brendan Benson, considerando que la tez blanquecina del de Michigan ha de compartir protagonismo, exactamente al mismo nivel, con el artista motivo de esta reseña, en esa fantástica aventura que mantienen juntos y que responde al nombre de The Raconteurs. De hecho, me atrevería a decir que la carrera de Benson en solitario tiene incluso menos claroscuros que la de White. Una carrera que llega con esta a su séptima entrega, y que para más casualidad se convierte en la primera incursión de Brendan como titular en siete años. Un disco, este “Dear Life” publicado en la compañía de su compinche, que quizá deje a medias a todo el mundo, a pesar de tratarse de un muy buen trabajo en conjunto. Me explico.
El de Royal Oak hace aquí lo que le da literalmente la gana, algo que es de agradecer a cualquier músico, en defensa de esa independencia y sinceridad creativa que siempre viste, pero que a algunos, entre los que no me encuentro, les puede parecer una clara pasada de frenada. Y es que aquí hay de todo y para todos, y lo que para muchos es genialidad (apúntenmelo), para otros podría ser simplemente incoherencia y desorden. En los dos minutos del tema de apertura, “I Can If You Want Me To”, y su continuación con “Good To Be Alive” se puede resumir buena parte del disco. La primera fascinará, igual que lo hará el blues rock de “Evil Eyes”, a los amantes de The Raconteurs que ensalzaron hasta la extenuación su trabajo del año pasado. La segunda, con su sintetizador, su batería programada y sus voces tratadas, quizá les horrorice. Algo que va ir haciéndose común en todo el álbum. Pero ¿se le puede echar en cara algo a un tipo que es capaz de componer delicias pop tan espléndidas como la canción que da título al disco o “Baby’s Eyes”? Yo, desde luego, no voy a ser el que se atreva.
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