Bon Iver

La vida da muchas vueltas, para lo bueno y para lo malo, pero el corazón sigue siempre ahí, en algún lugar entre la carne y los huesos, empapándose de todas las experiencias que vivimos. Quizás allí se esconda el alma de las personas, y por eso cuando duele, todo parece hundirse, por eso cuando está alegre, todo es luz brillante.

Ahora mismo Justin Vernon parece ver la vida con esperanza, pero sin dejar de abrazar una melancolía vital que provoca cariño, complicidad, y no compasión. Porque “Bon Iver”, la continuación a “For Emma: Forever Ago” (08) suena melancólico, sentido, como aquellos tiempos pausados que Peter Gabriel firmaba a principios de los ochenta (qué ilusión poderle citar de nuevo como referencia de otro artista fantástico; escuchen “Beth/Rest” para hacerse una idea), pero transmite ganas de vivir. Si cada segundo de su increíble debut se convertía en un lamento poético, usualmente críptico, ahora Vernon marca más el tono y la luz del disco al jugar con los instrumentos, con una paleta que amplía con sutilidad su abanico musical, consciente de que la vida son millares de detalles y lo mejor que una canción puede hacer es recogerlos en unos pocos y epidérmicos minutos.

Para conseguirlo le acompañan buenos amigos (sus compañeros Sean Carey, Mike Noyce y Matt McCaughan, pero también músicos que han trabajado con The National, Lucinda Williams, Arcade Fire, Andrew Bird o Sufjan Stevens) y aún así parece que solamente le tengamos a él frente a nosotros, cantando sus canciones, susurrándolas como nadie. La música de Justin Vernon tiene algo especial que no tiene la de ese cantautor, y la aquel otro, y la de aquel de más allá o la de buena parte de los que aparecen en nuestras páginas, y eso es algo que, en contra de lo que puedan imaginar, me hace sentir cómodo, muy cómodo escuchándole, feliz por escuchar algo que vale la pena escuchar. Quizás a ustedes tanta palabrería sobre un disco les traiga sin cuidado, pero yo tengo claro que si los poco más de dos minutos y medio de “Hinnom TX” me dejan tan aturtido, tan perdido, es por algo que vale la pena. Mucho la pena.