Aquella desagradable sensación adolescente. Tu sigues con tu flequillo, tus ropajes negros... Pero llegas el primer día a clase y, donde estaba tu grupúsculo emo, sorpresa, ahora hay pantalones cagados, camisetas de motivos playeros. Tus colegas, no sabes explicarte cómo (¡en un solo verano!), se han vuelto skaters. Esos dos meses en el pueblo han sido décadas
Tú no has cambiado. Pero lo ha hecho el entorno. Y desentonas.
Hoy en día, ese verano voraz arrasa con todo. Todo va a la velocidad en que nacen y se entierran las polémicas en Twitter. La música no es menos.
Hace poco más de una década, Bomba Estéreo lanzaban “Fuego” y empezaban una exitosa andadura que les llevó a mil y una plazas. Y lo más importante: representaron un paradigma de música electrónica mezclada con raíces que pegó en medio mundo. Habían encontrado ese flequillo que tapa media cara. Habían encontrado a otros cuantos en su misma onda. Habían creado una escuela.
Nada de lo que hay en “Deja” (21) desmerece su legado: sonidos orgánicos (el dúo grabó el álbum en la Sierra Nevada de Santa Marta), ritmos vívidos junto a otros sintéticos, caminar propio, y la voz de Lia Saumet por bandera. Pero algo ha cambiado alrededor. Lo que hacen suena de años atrás: de un verano pasado. “Deja” podría estar perfectamente en el “Amanecer” (15) de “Somos dos”. Pero no se percibe con la misma frescura.
El bullerengue de “Agua” facilita los contoneos, sí. Pero no eres tú, soy yo.
La música avanza a la velocidad del rayo. Y mientras Nicola Cruz o incluso el gallego Baiuca le dan una vuelta de tuerca al concepto de folktronica, Bomba Estéreo se ha quedado en el mismo lugar en el que estaban. Hace años que existe ese sonido Bomba Estereo. Es el mismo punto en el que también está su compatriota J. Balvin: discurso artístico de sofá, comodón, sin grandes sacudidas. No parece haber ayudado la mano del ‘mainstream’ Damian Taylor (Arcade Fire).
Se ha reblandecido incluso el mensaje: mientras Colombia arde políticamente (sólo “Tierra” o “Conexión total” parecen sumar algo de guerra, sobre todo la última, junto a Yemi Alade), ellos apuestan por mensajes ecologistas, con un álbum dividido en los elementos naturales (agua, aire, tierra y fuego), trabajados junto al artista Orly Anan. Cierto, no hay que cortarse el flequillo porque todo el mundo lo hace. Pero hay que asumir que la rueda sigue girando. A toda hostia, además.
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