Embarcado siempre en multitud de proyectos artísticos y musicales, Bobbi Relac se nos presenta en esta ocasión con “IV”, álbum autoeditado que deja de lado su faceta más psicodélica para abrazar el minimalismo folk. Acostumbrado a ser escudero de multitud de artistas entre los que están Diego Vasallo o, últimament, Maika Maikovski, y con obras postreras de distintos registros, el artista curtido en mil batallas parece haber decidido enfocar este trabajo con un aura más personal, algo que se deja ver desde la portada en al que aparece a su más tierna edad.
Para dar base a esta última colección de canciones y acrecentar el perfil de arista que hace de sus obras un trabajo completo, el propio Bobbi tira de autoedición y se hace cargo de guitarras, bouzouki, voz y teclados, añadiendo al multiinstrumentista Germán Casablanca al cargo del clarinete.
Abre con “frágil eres hombre, que tu miedo escondés” en “Padre”, con una letra que podría ser aplicable a todo ser humano nacido antes de los años sesenta, tiempos en los que la apertura emocional de los progenitores brillaba por su ausencia. El “Sabor de una quimera” abraza el lado bluesero con teclados, percusión y guitarra y nos avanza cuál va a ser la tónica del disco, la de un artista que quiere entregarnos esas canciones en las que bebe del folk y el blues pero a las que quiere dotar de una personalidad propia. “Jaizkibel” se corresponde con el tema más desarmado del lote, pero con el que logra él menos es más con el uso de un compás marcado por la pandereta y su voz con un desdoble que hace los coros. “Mar Holográfica” posee un tempo más acelerado con palmas y coros finales que la convierten en una perfecta canción alrededor de una hoguera mientras que “Morir Matando” contiene trazas de Nick Drake en sus acordes de guitarra a los que vuelve a añadir bellos coros. “Metamorfosis” comienza con un lamento con un ligero rasgueo de guitarra y termina en una sucesión de palmas, voces y ritmo juguetón con aires zíngaros. El epílogo vuelve a aparecer como pieza biografía con “Madre” en una composición que juega con los recuerdos y que se funde en sonidos de agua acrecentando la visión bucólica del álbum.
“IV” se nos muestra como un trabajo auténtico donde sencillez acústica, letras ensoñadoras y grandes dosis de honestidad son sus grandes virtudes. Un enfoque desde lo artesanal y con un espíritu de cohesión de todas las piezas que lo contienen en la que el artista nos invita a una experiencia emocional con una narrativa introspectiva. Una obra que se desarrolla líricamente de dentro hacia afuera y en la que a través de los aires acústicos, el se lo guisa y se lo come para acercarse a artistas como Townes Van Zandt o John Martyn. Dan ganas de sentarse alrededor de esa hoguera y escuchar las nuevas composiciones de este trovador barakaldés.
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