Hay géneros que van intrínsecamente de la mano de unos ideales concretos y luego hay idearios y principios tan sólidos y profundos que un solo estilo es insuficiente para categorizar y abarcar tal derroche de autenticidad. Algo así parece sucederle a la intensa fiereza que derrochan en cada entrega Bob Vylan, el dúo londinense con menos pelos en la lengua de la escena actual y que gracias a su definitoria manera de escupir verdades a la cara su música llegó a ser considerada “demasiado extrema” por diversos sellos. Todo cabe en el imaginario de Vylan, del punk a la electrónica más experimental, pasando por el grime. Todo les vale para amplificar el poder de su palabra y llegar a los de arriba, por y para quién va dirigida esta retahíla de recados con puntería desafiante que compone su tercer álbum, “Bob Vylan Presents The Price Of Life” (GHOST THEATRE, 22).
Desgraciadamente, el contexto político y social sobre el que comenzó a fraguarse la narrativa de Vylan no ha cambiado mucho desde que en 2020 fuéramos testigos de su popular auge. En esta tercera entrega continuamos recibiendo un discurso colérico, insatisfecho y crítico, instalado en la denuncia y que nos dibuja rápidamente la cara menos grata de Reino Unido. La iracunda lírica del británico nos llama a filas para recordarnos los estándares tópicos que acompañan a la supervivencia de una persona negra en un país como el mencionado y su habilidad para sacudirnos a golpe de realidad incendia cada estrofa de su controvertida expresión (ese “I’m no pacifist, I’m smashing fists at every single racist prick I meet” de “Pretty Songs” es una buena muestra de ello).
La violencia más explícita parece ser el motor expresivo de Vylan, no solo canalizada a través de sus impagables letras –que requerirían una lectura y un análisis en sí mismo- sino también por esa mixtura de sonidos acelerados, rugosos, eclécticos y salvajes que azotan cada pista (el último tramo del álbum con pistas como “Bait The Bear” o “Phone Tap” nos recuerdan lo bien que han maridado siempre los riffs pesados con el hip-hop, por ejemplo). Fruto del hastío que el mismo vocalista reconoce sentir al ver que la situación racial y social de su país no atisba cambios venideros, decide volcar el enojo de su poderosa diatriba en realzar –no sin ciertos juegos puntuales de ironía- esos problemas que anidan a pie de calle y que son silenciados o ignorados por los eslabones más altos de la cadena. Muestra de ello es “GDP”, donde se hace mención a la merma que ha sufrido el producto interior bruto británico gracias al gobierno presente, o “Health Is Wealth” que entre aires de roots y dub nos recuerda la terrible situación de malnutrición escolar que muchos niños y niñas sufren en Inglaterra.
Lo que se saca en claro y se traduce de esta nueva entrega de los londinenses es que su música ha traspasado las barreras del arte comprometido y se ha convertido en un arma política, destinada a avivar conciencias y a poner en el candor de la atención mediática las desigualdades más tóxicas que se han inoculado y hecho fuertes en el día a día de la sociedad británica. La dupla afianza con “Bob Vylan Presents The Price Of Life” su posición dentro de una escena que no deja de regalarnos grandes voces e invitarnos a pasar a la acción, pues la mera reflexión parece ser cada vez menos suficiente.
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