Howe Gelb tiene ganado su lugar en el Olimpo americano desde hace años, un pedazo de historia que empezó a corresponderle gracias a su carrera al frente de Giant Sand, uno de aquellas bandas que sentaron las bases para la americana a mediados de los ochenta y cuya influencia ha envejecido de la mejor manera. Gelb también ha sabido hacerse mayor y en los últimos no ha parado de entregar grandes álbumes, aunque en los últimos tiempos su proyecto principal haya quedado deslucido por los cambios en la formación y discos irregulares. Como “Blurry Blue Mountain”. Nadie puede decir que este sea un mal disco (no lo es), pero tampoco que sea el mejor de Giant Sand, ni siquiera uno de los mejores, y es muy probable que muchos de los seguidores de Gelb nos sintiéramos más cómodos si en vez de hablar de un disco de GS lo hiciéramos de uno en solitario. Comparar a su actual banda de acompañamiento con anteriores formaciones es ventajista y deshonesto, pero no deja de ser verdad que aunque los músicos daneses que comparten carretera con Gelb estos últimos años son la eficencia personificada se echa en falta algo del ardor de tiempos pasados.
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