El cuarteto británico sigue en sus trece, pero algo menos. El plomizo furor post-Bristol del que hacía gala “Splinter” (99), su predecesor, ha dado paso a una suerte de trip-rock sin pegada, plagado de medios tiempos de clara intención épica y resultado desolador, pero no porque los de Reading hayan sabido transmitir a sus nuevas composiciones el malestar existencial que se les supone.
Así, “Black Sheep”, su “Milk” particular, convierte a Garbage en salvadores del rock tecnológico; “Small Town Witch” hace de Brian Molko mucho más que un suertudo sosías de Robert Smith; “Loretta Young Silks” nos lleva a desear con más fuerza que nunca el regreso de Geneva; “Bloodsport”, su particular indigestión ochentera, irrita por fofa, vacua y reiterativa y “The Fuel”, una nadería en el ecuador del tracklist, pone todavía más difícil la continuidad de una escucha ya de por sí penosa. La reconciliación final, al ritmo que marcan los casi siete minutos de “Grazes” sirve para poco, resultando del todo desasosegante: no les habíamos echado de menos en el último trienio y ahora que vuelven preferimos cruzar la acera antes que mantenerles la mirada. De pena, oigan.
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