Hace tres años que la alianza entre el enfant terrible de la no wave Mark Cunningham y la banda catalana Murnau B. dio como resultado “Dark Energy” y, en 2016, "Deep Red". Ahora Blood Quartet rebajan el marco de la subjetividad atmosférica con engarces rítmicos y eléctricos más recios y explosivos; claramente deudores de la escuela Sonic Youth, tal que en la más que reveladora "Fire Folk". Esta transformación no quiere decir que hayan obviado uno de sus poderes más patentes. Ahí reluce el haiku atormentado, misterioso y oriental a lo Yoko Ono de "Velvet Love", una de las once inflexiones telepáticas enhebradas por este cuarteto de saboteadores de las formas consensuadas en materia rock. Aunque, en su caso, habría que hablar directamente de anti-rock, postura que rubrican en ejercicios de intensidad impredecible como "NYC Limits", ejemplo de cómo maridar el espíritu de la trompeta setentera de Miles Davis dentro de un marco de pura lisergia free noise. Encuentros que sacian la imaginación hasta el punto de romper esa tendencia al Quimicefa de laboratorio tan propia de esta época.
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