La alargada sombra de "Silent Alarm", su disco de debut, ha sido, a la vez, una bendición y una maldición para Bloc Party. Lo primero porque un disco de esa categoría les ha permitido tener una carrera larga, lo segundo porque nunca más volvieron a acercarse al nivel de su primera obra, cada vez más alejados del zeitgeist de la época.
Pero tras el irregular "Hymns" llegó un cambio de formación y Justin Harris y Louise Bartle sustituyeron a Matt Tong y Gordon Moakes. Más tarde, en 2018 y 2019, salieron de gira para tocar su aclamado debut y algo debió hacer clic en la cabeza de Kele Okereke que logró hacerle reconectar con los primeros tiempos de la banda, haciendo de este "Alpha Games", el sexto disco de su carrera, lo más parecido a una continuación de aquel recordado "Silent Alarm".
Además los tiempos han vuelto a cambiar y en el momento actual las guitarras vuelven a estar de moda en el Reino Unido gracias a la emergente escena británica del momento, con grupos como Yard Act, Wet Leg, Squid, Black Country, New Road, Dry Cleaning o Fontaines DC. No siempre aciertan en este disco pero Bloc Party vuelven a sonar apasionados por su propia música, lo cual es algo que hay que aplaudir, logrando que este “Alpha Games” sea una especie de carta de amor a su propio sonido.
Lo mejor vuelve a llegar cuando combinan guitarras y estribillos certeros, perfectos para la pista de baile, como en el movido primer sencillo de presentación del disco, "Traps", un oscuro retrato de un depredador sexual. Y es que las letras vuelven a girar por el lado más sórdido de la vida, como en el potente inicio del disco, "Day Drinker", que puede recordar a pasadas glorias como "Banquet", o en otro de los adelantos del álbum, "The Girls Are Fighting", una pieza glacial que recuerda, para bien, a Depeche Mode.
Pero cuando bajan las revoluciones la cosa empeora, como se nota en "Of Things Yet To Come", una balada bastante flojita, mucho mejor es "If We Get Caught", un tema melancólico, pero en el que no se olvidan de la pista de baile, que es de lo mejor del disco. Aun así el cierre es otro pequeño resbalón con "The Peace Offering", una pieza que debería sonar intensa pero suena cansada, con Okerere recitando sobre un lánguido manto sonoro que va cobrando oscuridad y fuerza pero que no termina de sobrecoger.
Tampoco parecen acertar cuando Okereke se olvida de utilizar su apasionada voz y la sustituye por ese monótono recitar, tan en boga entre los nuevos grupos como Yard Act o Dry Cleaning, en canciones como "Callum Is A Snake" o "Rough Justice". Aun así, creo que, en general, ganan los aciertos sobre los errores y que la nueva versión de Bloc Party suena rejuvenecida y perfectamente en la onda de los tiempos que corren.
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